¿De dónde proviene la sal del mar? 
    Fábula popular relatada por Fanny Garcia (Hipocampo)
      
    
       odos 
      sabemos que el agua de mar es salada; pero no todos saben, tal vez, a qué 
      se debe. Antaño, cuando no se tenían los conocimientos actuales acerca de 
      este maravilloso mundo marino, existían numerosos cuentos de hadas para 
      explicar el origen de la sal de los océanos; entre los mejores tenemos 
      éste: 
       
      El Molino Mágico 
       
      Habia una vez un molinero que tenia un par de muelas de molino. Éstas 
      tenían el poder mágico de hacer surgir de la nada cualquier cosa que 
      deseara su dueño, ya fuera dinero, alimentos, vestidos, etc.  
       
      El molinero no tenía más que decir: 
       
      - ¡Gira, gira, Molino querido, muéleme oro y plata, yo te lo pido! 
       
      Y el molino le proporcionaba en el acto todo aquello que él pidiera. Así, 
      el venturoso molinero vivia alegremente sin trabajar y disponía de todo 
      cuanto necesitaba, sin el menor esfuerzo ni preocupación. 
       
      Pero sus vecinos envidiaban su suerte y trataban, por todos los medios, de 
      encontrar el secreto de su riqueza... pero él lo callaba con mucha 
      prudencia. 
       
      Un cierto día, un marino se ocultó detrás de la puerta del molino, y oyó 
      al molinero pronunciar las mágicas palabras; pero temiendo ser descubierto, 
      huyó lo más rapido que pudo de allí... pero no se alejó demasiado.  
       
      Al caer la noche, volvió al lugar con varios compañeros, robaron las 
      muelas y las transportaron a su barco. 
       
      Cuando se internaron en el mar, aquellos hombres comenzaron a preparar su 
      cena, pero se dieron cuenta que no había sal en la bodega. Entonces el 
      ladrón, que había aprendido las palabras mágicas, ordenó a las piedras que 
      molieran sal para él.  
       
      Al momento las piedras iniciaron su labor, y la sal comenzó a caer sobre 
      la cubierta... 
       
      - ¡Ya está bien! vociferó el hombre.  
       
      Pero las muelas no le prestaban atención... 
       
      Entonces, se dió cuenta, aunque demasiado tarde, que en su apuro por huir, 
      no había escuchado lo que debía decir para detenerlas. Intentó hacerlo de 
      todas maneras, y con todas las expresiones que podia imaginar: 
       
      - ¡Para!... ¡Cesa de moler!... ¡Es suficiente!... ¡No necesito más!...  
       
      Pero todo fue inútil... las piedras continuaron moliendo y moliendo hasta 
      que el barco se hundió bajo el peso de la sal y fue a parar al fondo del 
      mar. 
       
      Los hombres, naturalmente, se ahogaron; pero las piedras continuaron 
      moliendo...  
       
      Como nadie sabe donde están y, aunque se las encontrara, no se sabría cómo 
      detenerlas, siguen, hasta el dia de hoy, moliendo sal sin cesar...
      
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