Ningún material hecho por el hombre
      puede compararse a las esponjas naturales para uso cosmético, para el
      baño, la pintura o el uso ornamental.
      CÓMO SE PREPARAN LAS ESPONJAS PARA SU
      USO
      
      
Cuando acaban de ser pescadas, las
      esponjas son de color negro y tienen un aspecto poco atractivo. En cuanto
      el buzo las sube al barco, son vigorosamente pisadas por los pescadores
      para romper y desprender los tejidos internos. Entonces se lavan y se
      sumergen en el mar durante dos horas, se pisan y lavan una vez más y
      finalmente se golpean con ramas de palma para eliminar cualquier cuerpo
      extraño.
      Durante la noche, las esponjas se
      sumergen en el mar dentro de una red y se repite todo el proceso hasta que
      desaparecen tanto la membrana externa como los tejidos, dejando sólo las
      fibras del esqueleto. Entonces las esponjas se ponen a secar en cubierta o
      colgando del mástil del barco. Una vez secas, se prensan y se ponen en
      sacos, listas para ser vendidas a los comerciantes.
      Una vez en el taller del comerciante, las
      esponjas se recortan para ajustarlas a los tamaños requeridos y se las
      sumerge en una solución de agua y ácido clorhídrico que les confiere su
      famoso tono dorado. Si se desea un tono más claro se las sumerge en
      permanganato potásico. Este simple proceso produce una esponja lista para
      su uso: limpia, fresca, de color claro y con un tacto muy suave.
      EL COMERCIO DE ESPONJAS
      HISTORIA DE UN SIGLO DE GANANCIAS...
      
      
      principios del siglo XIX, los comerciantes de Kalymnos vendían
      habitualmente esponjas en Kiev, en Moscú, en los países escandinavos,
      Europa Central, España y Francia, pero el principal cliente era Gran
      Bretaña. A mediados de siglo y durante algunos años, fue Trieste, en el
      norte de Italia, el principal centro comercial de esponjas, pero hacia
      finales de siglo Londres volvió a dominar el mercado.
      El comercio con y a través de Inglaterra
      absorbió toda la producción mediterránea de esponjas de baño de buena
      calidad y no menos de seis grandes empresas de Kalymnos estaban asentadas
      en la "city" londinense, ganando un considerable poder e
      influencia. Destaca la familia Vouvalis, cuya opulenta mansión en el
      pueblo de Pothia (Kalymnos),
      amueblada al estilo victoriano inglés, todavía se conserva como museo.
      …TIEMPOS DE PÉRDIDAS…
      Durante el "boom" de 1868 la
      flota de esponjas de Kalymnos alcanzó los 300 barcos con buzos, 70 barcos
      arponeros y 70 arrastreros. El comercio de esponjas floreció hasta bien
      entrado el siglo XX pero, durante la Segunda Guerra Mundial, la flota fue
      casi completamente destruida. La reconstrucción empezó con el final de
      la guerra y unos 150 barcos se dedicaron a pescar esponjas una vez más.
      En los años 50 se abrieron nuevos
      mercados para los comerciantes de esponjas de Kalymnos, como el Japón o
      los EE.UU., pero también apareció la amenaza de las esponjas
      sintéticas, hechas por el hombre y producidas a escala industrial y, por
      tanto, con un precio de venta mucho más bajo que las esponjas naturales.
      Privados de su sustento por la caída de las ventas, algunos buzos
      -apreciados mundialmente por su habilidad y valentía- se fueron a
      trabajar al norte de Australia o a Tarpon Springs, Florida.
    
      
        
          | 
             
              
            Una esponja afectada 
            por la terrible enfermedad  | 
        
      
     
      Sin embargo, el golpe más duro y casi
      fatal para el comercio de la esponja se produjo en agosto de 1986, con la
      aparición de una enfermedad que se extendió por las aguas del Mar Egeo y
      del Mediterráneo, y que destruyó virtualmente todas las esponjas. La
      causa de este desastre todavía se debate, pero parece ser que se debió a
      una corriente marina especialmente cálida que, proveniente del Mar Negro,
      sembró la destrucción a su paso. Curiosamente esto ocurrió tan sólo
      algunas semanas después de la explosión de la central nuclear de
      Chernobyl.
      La enfermedad de las esponjas no resultó
      catastrófica para Kalymnos porque algunos comerciantes se dedicaron a
      importar esponjas, principalmente del Golfo de México, mientras que otros
      se dedicaron a la pesca, a la marina mercante o a la industria de la
      construcción. Los que quedaron se dedicaron al turismo, comenzando así
      un negocio muy importante para la isla hoy en día.
      …Y UN DÉBIL RESURGIMIENTO
      Después de algunos años las esponjas
      del Egeo volvieron a encontrarse en grandes cantidades y podían ser
      pescadas una vez más sin alterar demasiado el ecosistema. Esta actividad
      se vio favorecida por las tendencias de los consumidores actuales, que
      prefieren lo natural a lo sintético. Además las esponjas son muy
      populares entre los turistas que visitan Grecia, ya sea como regalos o
      como recuerdos.
      La tradición profundamente arraigada de
      la pesca de esponjas en Kalymnos se ha reavivado hoy en día, pero su
      supervivencia es frágil. El Mediterráneo está tan contaminado que sus
      ecosistemas naturales son fácilmente alterados por perturbaciones que,
      como los terremotos, aumentan la temperatura del mar.
      En pleno siglo XXI, el futuro del
      antiquísimo comercio de esponjas parece unido indisolublemente a los
      grandes problemas medioambientales a los que se enfrenta nuestro planeta.
      LA PESCA DE ESPONJAS
      
l
      trabajo de un buzo pescador de esponjas era a la vez peligroso y exigente.
      Por supuesto, el pescador de esponjas necesitaba tener un excelente
      conocimiento del mar y de las esponjas que estaba buscando, pero también
      necesitaba una gran fortaleza física y una mente astuta. Estas
      habilidades solían estar acompañadas por otra cualidad más difícil de
      definir: una combinación de valor, orgullo y una especie de locura
      emprendedora, pero también una cierta afición al riesgo.
      La necesidad a la que se enfrentaba el
      buzo era la de ganarse la vida, pero el riesgo que asumía era mucho mayor
      que el de la pobreza; era el riesgo de una parálisis de sus extremidades
      o el terror de una muerte horrible.
      
      
Los modernos métodos de trabajo hacen
      que los buzos actuales afronten muchos menos riesgos y se vean menos
      explotados que en el pasado. Sin embargo, estos cambios tan sólo han
      ocurrido en los últimos 20 o 30 años, el tiempo de una generación.
      La pesca de esponjas de los primeros
      tiempos se realizaba desde pequeños barcos que llevaban entre cuatro y
      seis buzos, los cuales trabajaban a profundidades de unos 30 metros. Un
      observador se sentaba en un hueco de la proa del barco provisto de un
      cilindro de metal con fondo de vidrio, a través del cual observaba el
      fondo.
      En cuanto descubrían esponjas se enviaba
      un buzo al mar, normalmente desnudo, que llevaba entre sus manos una gran
      piedra plana de mármol o granito. La piedra tenía un peso de unos 15 kg
      y tenía un agujero en el centro a través del cual se pasaba un cabo que
      se fijaba al barco.
      Una vez en el fondo, en función de su
      fuerza física, el buzo soltaría la piedra y recogería las esponjas en
      una red o retendría la piedra consigo para encontrar así el camino de
      vuelta al barco. Estos "buzos a pulmón libre" no tenían ni
      traje protector ni equipo de respiración, por lo que permanecían bajo el
      agua tanto tiempo como podían contener la respiración.
      A veces se encontraban esponjas en aguas
      poco profundas, a tan sólo 3 o 6 metros de profundidad. En estos casos no
      se necesitaba al observador, sino que cada buzo nadaba con su propio
      cilindro de observación en el que ponían las esponjas recolectadas hasta
      que el fondo de vidrio quedaba completamente cubierto. Este tipo de pesca
      de esponjas era conocido como "revera".
      Otro método de pesca empleaba un arpón
      para arrancar las esponjas del fondo. Generalmente se llevaba a cabo desde
      un barco pequeño tripulado por dos o tres pescadores. Éstos observaban
      el fondo marino a través de un cilindro metálico con fondo de vidrio.
      Normalmente empleaban arpones de 4 a 5 metros de longitud para capturar
      las esponjas, pero los arpones podían alcanzar hasta 15 metros de
      longitud si se añadían extensiones a la caña del arpón. Este método
      de pesca exigía gran habilidad y cuidado, pues había que evitar dañar
      las esponjas, lo que reduciría de su valor.
    
      
        
          | 
             
              
            Un "skafandro",
            el traje 
            de los buzos tradicionales  | 
        
      
     
      En el año de 1869 se produjo una
      revolución en la pesca de esponjas en Kalymnos a raíz de la
      introducción del traje de buzo, conocido como "skafandro".
      Dicho traje consistía en un traje de caucho con cuello de bronce al que
      se fijaba un pesado casco del mismo material. El casco estaba provisto de
      mirillas de cristal para permitir la visión del buzo, así como de una
      válvula que regulaba el suministro de aire, el cual provenía de una
      bomba instalada en el barco. Barco y buzo estaban unidos por una manguera
      de caucho reforzada con alambre de acero.
      El uso del traje supuso un gran cambio.
      Cada barco embarcó entonces entre 6 y 15 buzos bajo el mando de un
      capitán. Los buzos podían sumergirse a profundidades de hasta 70 metros.
      Se comunicaban con el barco a través de una delgada cuerda atada a la
      muñeca derecha del buzo. Éste podía moverse por el fondo marino de las
      inmediaciones del barco, permanecer sumergido durante mucho más tiempo y
      por consiguiente podía recolectar muchas más esponjas.
      La flota de pescadores de esponjas
      abandonaban Kalymnos en Pascua y no volvían a la isla hasta el otoño. No
      solo pescaban en aguas del Mar Egeo, sino también en las costas de
      Túnez, Libia, Egipto, Siria y el Líbano. La productividad de la pesca de
      esponjas se incrementó espectacularmente, así como el comercio y los
      beneficios, pero para los buzos el coste era terrible.
      En aquellos días se ignoraban en Grecia
      tanto los riesgos como los requisitos de seguridad necesarios para
      sumergirse con un traje de buzo. No se observaban las necesarias paradas
      de descompresión antes de salir a la superficie después de haber buceado
      a grandes profundidades y, como resultado, muchos buzos resultaban
      afectados por el síndrome de descompresión, conocido internacionalmente
      como "the bends" o la "enfermedad de los buzos". Esta
      enfermedad llevó a la parálisis e incluso a la muerte, no a unos cuantos
      buzos, sino a la mayoría de ellos. Cada año, la mitad de los buzos que
      salían a la mar en primavera no volvían en otoño. Un informe destacaba
      que entre 1866 y 1915 se contabilizaron alrededor de 10.000 muertes y
      20.000 casos de parálisis entre los pescadores de esponjas del Egeo.
      A pesar de los peligros, el capitán del
      barco y los comerciantes de esponjas -e incluso algunos buzos- se
      resistían a dejar de emplear este letal método de buceo que, después de
      todo, les estaba permitiendo hacerse sumamente ricos. El uso del traje
      continuó, pese a todo, hasta principios de 1960, cuando empezaron a
      observarse de forma rutinaria los procedimientos de descompresión
      adecuados.
      En 1970, el pesado traje de buzo fue
      reemplazado por el "nargile". Los buzos de hoy en día llevan un
      traje ligero hecho de neopreno y nylon, al igual que los buceadores
      deportivos de hoy en día, y pueden moverse libremente mientras respiran
      aire filtrado proveniente de un compresor instalado en el barco.
      ¿QUÉ ES EL SÍNDROME DE
      DESCOMPRESIÓN?
      
uando
      un buceador desciende bajo la superficie, la presión externa aumenta
      junto con la profundidad, por lo que debe respirar aire comprimido a la
      misma presión que el agua circundante para que sus pulmones no resulten
      aplastados. Parte de este aire se disuelve en la sangre del buzo pero se
      observó que, cuanto más tiempo permanezca bajo el agua y cuanto más
      profundo buceaba, más gas se disolvía en su cuerpo.
      Cuando el buzo asciende, debe permitirse
      que estos gases disueltos sean expelidos de forma paulatina. Si se sube
      demasiado deprisa, este gas formará burbujas en los tejidos del cuerpo,
      obstruyendo venas y arterias, lo que provoca la muerte de los tejidos
      irrigados por dichos vasos sanguíneos.
      
        
          
            | 
                 
              Un buzo de 19 años atacado por
              "la enfermedad de los buzos"
  | 
          
        
       
      Ignorantes de este fenómeno, los buzos
      de Kalymnos subían rápidamente a la superficie cuando acababan su
      trabajo, e iniciaban una tensa espera para descubrir si ellos también
      habían sido atacados o no por la "enfermedad de los buzos".
      El principal componente del aire que
      causa el síndrome de descompresión es el nitrógeno que se acumula en el
      cuerpo del buzo mientras está sumergido y que se va eliminando cuando el
      buzo asciende y se reduce la presión.
      Las burbujas de nitrógeno que se forman
      en el cerebro, la médula espinal o los nervios periféricos pueden causar
      parálisis y convulsiones, pero también dificultades de coordinación
      muscular, anormalidades sensoriales, entumecimiento, náuseas, problemas
      en el habla e incluso alteraciones de la personalidad.
      Si las burbujas se forman en las
      articulaciones el buzo sufre un fuerte dolor y tiene dificultades de
      movimiento. La palabra "the bends" -los "doblamientos"
      - como se denomina coloquialmente a esta enfermedad en el mundo
      anglosajón, deriva de este problema, cuando el afectado es a menudo
      incapaz de estirar completamente sus articulaciones por el dolor que esta
      acción le provoca.
      Las pequeñas burbujas de nitrógeno
      atrapadas bajo la piel pueden causar un sarpullido y dar sensación de
      comezón, aunque estos síntomas suelen durar únicamente entre 10 y 20
      minutos. La tos intensa y la respiración dificultosa indican la presencia
      de burbujas de nitrógeno en el sistema respiratorio mientras que otros
      síntomas incluyen dolor en el pecho, sensación de quemazón al respirar
      y shock severo.
      El síndrome de descompresión
      únicamente puede ser tratado de forma eficaz mediante la recompresión en
      una cámara hiperbárica, seguida por una descompresión gradual que
      permita la correcta y completa eliminación del nitrógeno residual pero,
      a veces, ni siquiera este proceso puede invertir el daño.
      Lo que es seguro es que no había
      cámaras de recompresión a bordo de los barcos pescadores de esponjas de
      Kalymnos. Lo único que tenían era un "médico" que, con pocos
      conocimientos de los problemas de los buzos, frotaba el cuerpo de los que
      padecían el mal de las profundidades y esperaba unos días para ver si su
      destino era la invalidez permanente o una dolorosa muerte. 
      (REFERENCIA: ENCICLOPEDIA
      BRITÁNICA)
      TRADICIONES
      
      
n
      los viejos tiempos, el ritmo de vida en Kalymnos giraba alrededor de la
      partida y el retorno de la flota de la esponja. Poco después de Pascua,
      la flota partía y era despedida por todos los habitantes de la isla. Las
      festividades, a cargo de los sacerdotes, comenzaban con la bendición de
      los barcos y con la realización de una serie de ritos con agua bendita
      encaminados a desear un buen viaje a los hombres. La despedida culminaba
      con una "cena de amor" en la que finalmente se despedían amigos
      y novios pero también familias enteras.
    
      
        
          | 
             
              
            Kalymnos  | 
        
      
     
      El temido retorno de los barcos en otoño
      era anunciado por el tañido de todas las campanas de la isla. Aunque la
      pesca de la esponja trajo consigo dinero y la posibilidad de subsistir los
      duros meses de invierno, el terrible número de accidentes hizo de esta
      época un periodo de emociones contrapuestas.
      De hecho el buceo para la pesca de
      esponjas estaba -y todavía está- empapado de pasión. Es imposible
      observar hoy en día una representación de la tradicional "danza de
      los pescadores de esponjas" sin sentirse profundamente afectado por
      una mezcla única de orgullo y dolor.
      Las canciones de Kalymnos hablan también
      de la vida y de los sentimientos de los pescadores de esponja. "La
      esponja o la piel", nos explica un pescador, "nosotros, o
      pescamos esponjas o morimos". Otra canción famosa, conocida como
      "Dirladah", se hace eco de las costumbres y expresiones
      empleadas por los buzos en el curso de su trabajo.
      A pesar de la pobreza y las penalidades
      que han soportado tradicionalmente los habitantes de Kalymnos, siempre han
      valorado la cultura y la educación por lo que hace muchos años que los
      niños disponen de acceso a una educación gratuita.
      Quizás debido al gran número de
      víctimas de la "enfermedad de los buzos" existe la tradición
      de que casi cada familia de Kalymnos cuenta por lo menos con un miembro
      que ha estudiado medicina. No sólo dispone la isla de un buen hospital y
      muchos médicos, sino que también pueden encontrarse médicos de Kalymnos
      tanto en Atenas como en América, Australia y en otros países.
      UNA HISTORIA DE INTERÉS HUMANO
      
      
alymnos
      es una isla pequeña con escasos recursos naturales. En el pasado, el
      único trabajo disponible para la mayoría de los hombres era la pesca de
      esponjas. La industria de la esponja dictó la economía de Kalymnos y
      definió su sociedad, tanto como las minas de carbón o los telares de
      algodón lo hicieron en las sociedades industriales de Europa. Personas
      con la necesidad desesperada de sobrevivir y de alimentar a su familia
      compartían un deseo desesperado de trabajar, no importa cuan duras o
      peligrosas fueran las condiciones.
      Hasta mediados de los 60, las condiciones
      de trabajo de un pescador de esponjas eran dantescas, pues sus
      posibilidades de volver de una expedición de pesca eran inferiores al
      50%. Pero los pescadores se veían impotentes para cambiar el rígido
      sistema establecido entre los dueños de los barcos y los comerciantes de
      esponjas.
      Cada capitán era propietario de su
      propio barco y controlaba todos los aspectos de cada salida de pesca,
      dando empleo a un asistente más una tripulación de ocho a diez buzos.
      Solían solicitar un préstamo para financiar cada expedición y a su
      vuelta reembolsaban el préstamo (y tomaban su parte de las ganancias
      obtenidas) tras la subasta de su lote de esponjas.
      
      
Un buzo pescador de esponjas cobraba
      según el número de esponjas recogidas y ni él ni su familia estaban
      cubiertas por ningún tipo de seguro. A bordo del barco dormía en
      cubierta y se alimentaba principalmente de galletas de marinero (pan seco)
      -que a menudo estaba mohoso después de dos meses- junto con sardinas y
      aceitunas. El agua de "bebida" se guardaba en barriles de hierro
      que se oxidaban rápidamente cuando se calentaban bajo el implacable sol.
      Los buzos intentaban eliminar el óxido del agua sumergiendo esponjas.
      El capitán / propietario del barco
      venía de la misma comunidad -incluso de la misma familia- que los buzos.
      Durante los meses de invierno todos bebían y convivían, pero una vez
      comenzaba la estación de pesca, la relación cambiaba. El objetivo de los
      capitanes era conseguir esponjas de calidad en gran cantidad, y
      persiguiendo esta meta, muchos se volvían autocráticos e incluso crueles
      hacia sus buzos, con una flagrante indiferencia hacia su seguridad y
      bienestar.
      De los diez buzos que constituían la
      tripulación de cada barco al comienzo de una expedición de pesca, tan
      sólo cuatro o cinco volvían. Aquellos que morían en el mar normalmente
      eran enterrados en la pequeña isla egipcia de Karavonolissi.
      Cuando la flota de la esponja retornaba a
      Kalymnos después de una de estas expediciones, mientras los comerciantes
      contaban las esponjas, las mujeres de Kalymnos contaban desesperadamente
      las caras para ver si sus maridos, hijos y novios habían sobrevivido. Las
      familias privadas de sustento por un padre muerto o inválido, vivían
      gracias a las caritativas aportaciones de las otras familias de Kalymnos
      hasta que el hijo mayor podía participar en una expedición y hacerse
      cargo de la familia con su salario.
      Hoy en día las condiciones son mejores:
      El método del nargile es mucho más seguro y todos los buzos están
      asegurados a través de la Organización de Seguridad Naval, de la que
      reciben una pensión después de haber buceado 15 años. Las leyes griegas
      que regulan la pesca de la esponja se encargan también del bienestar de
      los buzos, estipulan el tamaño mínimo de las esponjas para poder ser
      pescadas y especifican las precauciones que deben tomarse para la
      protección del medio ambiente. La relación entre el capitán /
      propietario del barco y los buzos han mejorado, por lo que existe una
      mejor y más justa distribución del trabajo y de los beneficios.
        
    