EL STRESS EN EL BUCEO 
    Por Martín Fombuena
    
      
     odos los que en alguna ocasión hemos practicado el buceo
    conocemos en propia piel y hemos visto a otros sufrir episodios de stress. Sin embargo, si
    nos paramos a pensar, veremos que bajo este término incluimos fenómenos muy dispares que
    desde mi punto de vista es conveniente diferenciar pues sus posibles consecuencias y la
    forma de enfrentarlos son completamente distintas. 
    Comenzaremos pues intentando
    nombrar y diferenciar cuales son estos fenómenos que habitualmente calificamos de stress: 
    1.- Ansiedad 
    La ansiedad es un
    fenómeno psicológico que se produce en aquellas situaciones de espera o duda. Es decir,
    frente a la posibilidad de un cambio. 
    La ansiedad, por si misma, no es
    ni buena, ni mala, es un estado de alerta y preparación para enfrentar una nueva
    situación, sea ésta deseada o no. Así, todos sentimos cierta ansiedad al preparar una
    inmersión, en el momento de entrar al agua, cuando se produce un incidente, etc. La
    diferencia entre éstas situaciones estará en la intensidad y la presencia o no de otros
    fenómenos que más adelante explicaremos. 
    La forma de afrontarla será pues
    reconocerla y reconocer sus causas, al tiempo que adaptarnos de una manera progresiva a la
    nueva situación. Si detectamos ansiedad en algún compañero podremos ayudarle en la
    misma forma. Si es antes de la inmersión, comentarios que expresen la naturalidad del
    hecho y que lo identifiquen serán de utilidad. Y si es durante la inmersión ayudarle a
    que se tome el tiempo necesario para la adaptación será suficiente. En cualquier caso,
    nunca agobiarle ni meterle prisas. 
    La forma en que más habitualmente
    detectaremos en un compañero la ansiedad durante la inmersión será la continua
    observación de los instrumentos, especialmente manómetro y profundímetro. Hay que estar
    atentos pues puede pasar a sentir angustia y de ésta al pánico. 
    En nosotros mismos, una especial
    preocupación por cualquier tema, nos indicará que estamos ansiosos. 
    2.- Angustia 
    La angustia no solo
    tiene un componente psicológico, también tiene un componente físico. Esto es así
    debido a nuestro origen animal. Un animal ante una situación de alerta se tiene que
    preparar físicamente para afrontarla, ya sea huyendo, o permaneciendo en ella. En el
    hombre ocurre lo mismo. Se produce un aumento de la secreción de adrenalina la cual
    aumenta el ritmo cardíaco y respiratorio, motiva una vasoconstricción y que se
    multiplique el aporte de sangre y glucosa a la musculatura, con un incremento de la
    sudoración y una dilatación de las pupilas. En definitiva, nos preparamos para observar
    bien nuestro alrededor y reaccionar rápidamente. 
    Es de destacar que en la práctica
    del submarinismo se pueden dar situaciones, como la temperatura del agua al entrar, una
    termoclina, o la realización de un esfuerzo físico importante, que produzcan esta misma
    reacción y que pueden llevar a la aparición de ansiedad, pudiendo desembocar en miedo y
    pánico. 
    En toda situación de ansiedad,
    estos cambios en la activación se producen, pero solo nos serán detectables cuando la
    ansiedad sea muy alta y muy probablemente el miedo halla hecho aparición. 
    Si lo detectamos en nosotros
    mismos, intentaremos bajar el nivel de activación: Nos cogeremos a una roca o nos
    abrazaremos nosotros mismos, cerraremos los ojos y nos centraremos en reducir el ritmo
    respiratorio. Con esto, por un lado, nos daremos seguridad y por otro si conseguimos
    disminuir la frecuencia respiratoria, induciremos al organismo, debido a un mecanismo de
    equilibrio fisiológico, a equiparar el resto de constantes alteradas a la respiración,
    reduciremos también la frecuencia cardíaca, la producción de adrenalina, la
    sudoración, etc. Es decir, haremos desaparecer la activación. 
    Si detectamos angustia en un
    compañero, nuestra forma de actuación ha de ser similar, debemos dar seguridad y
    procurar que normalice la respiración. Si resulta posible, le ayudaremos a que haga lo
    antes explicado, pero además debe notar nuestro contacto. Si cierra los ojos y se abraza,
    una mano cogiendo su jacket puede hacerle sentir más seguro. Nunca le dejaremos solo (que
    él se sienta solo). En nuestro acercamiento le miraremos a los ojos y nos situaremos
    frente a él cogiéndole con la mano izquierda por el jacket, sin dejar de mirarlo. La
    potencia del vínculo ocular es muy fuerte y si en nuestros ojos puede leer tranquilidad y
    seguridad, así como que estamos con él y le ayudaremos, esto puede ser suficiente para
    que supere este episodio.  
    3.- Miedo 
    Aparece siempre unido
    a la ansiedad pues es la espera de que ocurra algo que no va a ser perjudicial. 
    Si nos sentimos temerosos durante
    una inmersión, intentaremos descubrir (si no lo sabemos ya) que nos produce ese temor y
    haremos un análisis de la situación. Nos pararemos a pensar, lo cual ya nos
    tranquilizará, y miraremos nuestras posibilidades de actuación. Nada tranquiliza más
    que saber que hacer. 
    En un compañero solo detectaremos
    el miedo si va unido a angustia o pánico, y nuestra forma de actuación será la misma
    que para estas situaciones. 
    4.- Pánico 
    Se produce cuando una
    situación de angustia y miedo se lleva al extremo perdiéndose el control sobre uno
    mismo. Se puede presentar en dos formas:  
    
      
        
          
            - Activo
 
            - Pasivo
 
           
         
       
     
    El pánico activo provoca
    una reacción de huida en busca de una supuesta seguridad. En inmersión esta huida será
    hacia la superficie, reteniendo la respiración y arrancándose todos los elementos
    extraños (regulador y gafas). HAY QUE PARARLO, hacer que suelte el aire,
    más aun si seguimos ascendiendo. Es preferible que trague agua a que sufra lesiones
    pulmonares. 
    Podemos intentar, mientras lo
    mantenemos firmemente sujeto, el contacto ocular y dar solución al problema que le ha
    hecho entrar en pánico. Si conseguimos ambas cosas es posible que se tranquilice. Si la
    situación lo requiere iniciaremos un ascenso controlado. 
    En el pánico pasivo se
    produce una catatonía producto del terror. No nos confiemos, cualquier contacto puede
    derivar en un paso al pánico activo. Nuestra actuación ha de ser la de una aproximación
    cuidadosa, aferrándolo firmemente por el jacket y manteniendo el contacto visual. Todo
    ello sin confiarnos en ningún instante dada la posibilidad del paso a pánico activo. Si
    con esto no remite la situación iniciaremos un ascenso controlado. 
    5.-
    Conclusiones 
    Conservar la calma
    siempre pasa por pararse a pensar. Pararse a pensar nunca es una pérdida de tiempo
    incluso en aquellas situaciones que requieren una actuación urgente ya que pararse a
    pensar no requiere tiempo, es una actitud a la hora de enfrentar una situación. La mente
    humana funciona a gran velocidad en situaciones de emergencia, pararse a pensar es
    mantener el control sobre nosotros mismos, no ir más despacio. 
    Pararse a pensar nos permite
    darnos cuenta del tiempo y las posibilidades de que disponemos a la hora de enfrentar la
    situación. En general, bajo el agua, disponemos de tiempo y recursos suficientes, sea
    cual sea la situación, para salir airosos de ella. 
    El peligro más importante al que
    nos enfrentamos somos nosotros mismos. Ser cuidadosos al preparar la inmersión, huir de
    la prepotencia y confiar en nuestras posibilidades, son nuestros mayores aliados. Y
    redordar que cuando algo no lo podemos solucionar solos, ahí está nuestro compañero. 
    
     
    © Martín Fombuena 1997
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