NAVEGANDO
DE BARCELONA A GRECIA
Los diferentes encantos de una travesía a vela
por Fernando Santiago
Por si alguien duda del
encanto de navegar hasta
Grecia realizando etapas de 2 días...
l
Mediterráneo, este mar cuyas aguas bañan a tantas y tan diferentes naciones, acoge en
sus puertos veleros con banderas inglesas, belgas, francesas, suecas alemanas,
austriacas... ¿Por qué se ven solo ocasionalmente las españolas?. Nosotros somos una de
ellas durante unos días, el tiempo que se invierte en realizar una travesia de cerca de
1.000 millas que no defrauda a nadie y que está al alcance de todos.
Salimos a finales de mayo del
puerto de Vilanova i la Geltrú, situado a unos 50 Km. al sur de Barcelona. Es quizás un
poco pronto para coger vacaciones, pero para quien puede, no hay duda de que estas fechas
son las mejores para zarpar. El día es ya bastante largo y se va de cara al solsticio.
Por lo que respecta a los vientos, en esta época no suelen ausentarse. Falta solo que
sean portantes. Si no, nos conformaremos con que sean de buena ceñida. Que nos den a
rumbo directo seria mucho pedir.
El viento, el acostumbrado en esta época (de proa), nos da una de
cal y otra de arena. Como atardece después de la primera noche, y ya que estamos a la
altura de Mahón (Menorca), paramos para disfrutar de una cena en condiciones de
horizontalidad, algo aconsejable para emprender la siguiente travesía.
EL SALTO A CERDEÑA
Tras unas horas de descanso, al día siguiente las cosas pintaban
ya de otra manera. El viento había rolado a un frescachón del Norte y, aunque el mar se
estaba formando, el Tubal, nuestro velero North Wind 40´ se deslizaba
rápido y con rumbo directo. Todo un desvarío impropio de estos mares.
Antes
de lo previsto ya nos situamos al sur de Cerdeña. Pero, nada extraño, el viento
desapareció y durante unas horas en un día radiante, tuvimos que echar mano del motor.
Todo parecía indicar que en un día más, a lo sumo, nos
encontraríamos en Favignana, isla del archipiélago Égadi al este de Sicilia, celebre
por sus recogidas de almadraba de atún. A finales de mayo suele ser la época. Aunque el
calendario del pescado no suele ser exacto con el nuestro.
En el segundo día de navegación continuamos avanzando cuando el
cielo cambió. Un gris cada vez más oscuro invadió todo el horizonte hasta darle al día
un plomizo y desagradable aspecto. El viento fue aumentando progresivamente y,
naturalmente justo en proa. Para no perder la costumbre, un bordo tras otro, avanzábamos
cada vez menos y rizábamos las velas cada vez más.
Los italianos son persistentes en su bolettinos
meteorológicos: cada media hora repetían lo mismo" Aviso de burrasca, avisso de
burrasca.....temporale in corso sul canale de Cerdegna. Vento Sudest forza 7,8,9..."
Algo se habia formado en las últimas horas y lo teníamos a pocas millas por la proa.
Estábamos justo allí, a solo unas docenas de millas, exactamente
60, para llegar a Favignana y a 80 millas de Cagliari. Más cerca de nuestro destino que
de ningún otro sitio en el Mediterráneo. Continuamos un poco más para ver que pasaba,
pero la cosa fue empeorando; finalmente al anochecer, dimos popa a la ventolera que se
hacia ya dura el aguantar. Ni estábamos en regata ni teníamos obligación de llegar un
día en concreto.
En total recorrimos 150 millas de más y a las 6:00 horas de la
mañana llegamos al puerto de Cagliari, la capital de Cerdeña. La media de velocidad de
regreso fue de más de 8 nudos. Todo pasó y 24 horas más tarde, ya descansados, zarpamos
de nuevo para emprender la misma travesía de vuelta a Favignana. Pero esta vez a motor,
sin viento. Todo un encanto, este Mediterráneo.
RUMBO A LAS EOLICAS
Después de Favignana partimos para Palermo, una ciudad que
destaca por su arquitectura y por su historia. Pero, a partir de este momento la
navegación nocturna se hace cada vez más entretenida.
Desde la costa
Italiana bañada por el Adriático hasta el extremo oeste de Sicilia, los pescadores
largan a la noche sus extensos palangres para la captura del pez espada. Estos llegan a
alcanzar más de 15 millas, normalmente en sentido NW-SE. Están señalizados con velas de
aceite que flotan en el mar cada 200 o 300 metros. Son imposibles de atravesar con un
velero. En las noches claras son fáciles de distinguir, pero lo que ya no es tan fácil
de saber es que dirección tomar para alcanzar el más próximo extremo de la red, o saber
que extremo se encuentra mas cerca de nosotros.
Por si esto fuera poco, como los pescadores tienen que estar
despiertos toda la noche, aprovechan para tender redes clandestinas sin señalizar. Una
noche, rumbo a las Eólicas, quedamos atrapados en una de ellas. El barco pesquero se
encontraba lejos y no fueron suficientes sus señales para detenernos. Tuvimos que acabar
cortando la red. Como además hacia viento, todo hacia temer que la cosa se complicara
más de lo que ya lo estaba, pero finalmente pudimos proseguir de forma que a la madrugada
siguiente, pasado el susto nos encontrábamos navegando ya cerca de la Isla de La Salina,
perteneciente al archipiélago Eólico.
Con el mar como una balsa de aceite y una rapala en el extremo de la caña
de pescar al curri a 60 metros por la popa, de repente el carrete se disparó soltando
velozmente metros y metros de sedal. Paramos el motor y nos llevo media hora convencer al
atún de que éramos nosotros los que le habíamos pescado a él y no al revés, como el
animal se proponía. No menos de 20 kilos teníamos revoloteando y queriendo ir la bestia
a las profundidades. Finalmente ya con la cabeza fuera y a punto de embarcarlo abordo, con
un brusco movimiento se soltó, y lo perdimos definitivamente.
En La Odisea, la leyenda de Ulises, éste, ya de regreso a su isla
patria, Itaca , resistió a la trampa que le impusieron los dioses y sobrevivió a los
cantos de las sirenas, ordenando a sus marineros que, lo amarraran al palo mayor para
evitar que se arrojara al mar. Toda la tripulación permaneció con lo oídos tapados
ignorando los atractivos cantos de las sirenas. Los dioses se sintieron burlados, Eolo
entre ellos, y se vengó originando grandes calmas en la zona para impedir que sus velas
se hincharan para navegar. Quizá por eso es habitual hoy día encontrar muchos días
soleados y con poco o nada de viento en esta zona.
EL LA FRAGUA DEL VULCANO
Nos dirigimos directamente Stromboli. Esta isla, cuyo volcán
está en erupción constante, reúne cada año a una buena parte del turismo eólico sin
que ello transforme su paisaje. Es una de aquellas islas que transmiten una especial
serenidad.
La
isla de Stromboli sirvió de marco para rodar la película del mismo nombre, protagonizada
por Ingrid Bergman. Una excursión muy recomendable es la subida al volcán. Hay
prácticamente 1000 metros de desnivel desde el barco.
Para vivir más intensamente la aventura, a 3 o 3,5 horas de
camino hay numerosos vivacs donde se puede pasar la noche contemplando el efecto mágico
de las erupciones incandescentes bajo la luz de las estrellas y un horizonte lejano de
mar. Todo un espectáculo que deja imborrables recuerdos a cualquiera.
Hay otros numerosos fondeaderos en los que pasamos las noches
alrededor de estas islas.
Ya nos habíamos relajado mucho durante la estancia en las
Eólicas, por lo que decidimos proseguir el viaje a Grecia. Tuvimos que pasar por el
estrecho de Messina. Un gran tráfico de barcos; petroleros, mercantes, bull-carrys y
ferrys transbordadores hacen un tanto complicada la navegación a un velero cuando además
es viento y las corrientes allí son habitualmente generosas. Un pasajero tuvo que
dejarnos en Regio y sin esperar más, sintiendo la despedida, volvimos a largar amarras
para Grecia.
SALTO A GRECIA
Nos esperaban 230 millas, esto en el mejor de los casos serian 2
días de travesía más. Primeramente habrá que poner rumbo al Cabo Espartivento. Al sur
de la bota italiana.
Un contraste de montañas arenosas y mar es el paisaje
que nos acompañará hasta que nos dispongamos a cruzar el Adriático. Atención una vez
mas a los pescadores locales.
A partir de Espartivento la meteorología cambia a la que afecta
en el estrecho. Los siguientes dos días fueron de vientos suaves y portantes que nos
empujaron a nuestro objetivo.
Al anochecer del segundo día estabamos en Cefalonia en el puerto
Griego de Argostoli. Otro clima , otras gentes, otra cultura. Habíamos recorrido 1500
millas siempre con rumbo al este. Llegamos al paraíso del Mediterráneo. Pero ésto
corresponde a otra parte del viaje que espero poder relatarte personalmente...
FOTOS
© Texto y Fotos:
Fernando Santiago
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