RUMBO
LIBRE POR EL TIRRENO
Un mar desconocido con la autenticidad
de sus islas exóticas
por Fernando Santiago


na
vez más, izamos nuestras velas hacia el horizonte del Mediterráneo. Este
Mar que encierra todo un mundo de culturas y de Historia. Con el paso de
los años algunos lugares se ponen de moda y al paso de la gente solo unos
pocos sobreviven y continúan teniendo ese mismo encanto de antes. El
Tirreno es uno de ellos.
No es extraño observar una cara de asombro
algunos cuando les digo que fuimos por este mar. Pero todavía lo es más
cuando les digo que estuvimos visitando las islas Pontine, Procida,
Ischia, Ventotene,...... Se tratan islas poco conocidas. Cada vez son
menos las que quedan, pero todavía quedan.
Todas estas islas están aquí, en el
Mediterráneo, no muy lejos, antes de llegar a Italia, en el Mar Tirreno.
Es un mar delimitado por Italia, Cerdeña, Sicilia y cerrado al Norte por
la isla de Elba, situada al NW de Córcega. Los italianos en sus
repetitivos partes Meteorológicos por VHF lo dividen a su vez en tres:
Terreno Septentrional, Central y Meridional, ya que los factores
climatológicos cambian notablemente del Norte al Sur.
Esta
travesía la efectuamos en el mes de Julio saliendo de Vilanova con
destino Nápoles. Dando una vuelta por el sur de Cerdeña e islas Eólicas
, y regresando por la Costa Esmeralda y Bocas de Bonifaccio. Fue en total
casi un mes completo de viaje. Y poco más de 1.000 millas recorridas.
Debido a los vientos dominantes en la zona, se puede decir que es más
aconsejable realizar esta travesía al contrario de cómo la hicimos, ya
que los habituales fuertes vientos del Oeste del estrecho, y del NW en el
Tirreno, pueden llegar a incomodar a más de uno con sus numerosos bordos
al pasar por la Costa Esmeralda. Pero nosotros no se lo íbamos a poner
tan fácil a fin de cuentas, ¿no?. Así que volvimos por las Bocas de
Bonifaccio con su correspondiente ventolera en contra, lo que nos hizo
descubrir una cala que más tarde relataremos.
Vamos a centrarnos en el viaje. Según nuestro
itinerario después de abandonar el Sur de Cerdeña nos dirigimos
directamente a Ústica. Esta pequeña isla situada al norte del cabo
siciliano de "Capo San Vito", a pesar de no elevarse más de 250
metros sobre el nivel del mar, se empieza a ver desde una distancia
considerable. A diferencia de sus vecinas islas Eólicas, esta isla no es
volcánica, por lo que su tierra es fértil para el cultivo, sus aguas son
claras y su principal aunque no abusivo turismo es el de submarinistas.
Posee un pequeño y tranquilo puerto, que en su costa sur puede dar amarre
(siempre con ancla) a no más de 6 veleros. El precio es gratuito
dependiendo de la amistad que exista con el encargado del muelle. El
encanto y la tranquilidad de esta isla se siente a cada paso por sus
calles. Las fachadas de las casas a menudo están pintadas o decoradas por
un famoso pintor local. Y la gente es relajada, propia de una isla
apartada.
Una
vez repuestos con las correspondientes "pizzas" y "gelatti",
era el momento de zarpar hacia las Eólicas. Medio día (12 horas aproximadamente)
de navegación nos separaban del archipiélago Eólico. Una tormentita nos
amenazaba con venir pero no nos llegó a alcanzar. Llegamos a Lipari. Eran
las jornadas de una regata de Barcos de Época. Todos los amarres estaban
ocupados. Era de noche y dejamos caer el ancla cerca de la playa del
pueblo. La sonda marcaba 34 metros, parecía increíble estando cerca de
la playa junto a otros barcos. Un momento después pensamos en el momento
de izar el ancla al día siguiente.
Por la mañana pusimos rumbo directo a la
característica isla de Strómboli, una isla mágica que no se cansa uno
de visitar. Una excursión casi obligada consiste en subir de noche cerca
de la cima para contemplar las erupciones incandescentes bajo la luz de
las estrellas. Para aquellos que tengan muy claro que no van a subir, está
el "restaurante Mirador", justo en el camino al comienzo de la
penosa cuesta que conduce a lo alto de la montaña, y aunque desde más
lejos, también se deleita uno del maravilloso espectáculo que ofrece el
volcán, con una jarra de cerveza bien fresca de "Vechio Moretti".
El regreso al pueblo es en tinieblas y escuchando
el silencio de la noche entre las estrechas calles del pueblo. Es recomendable
llevar una linterna. Ojo avizor con el barco por la noche. Debido a las
numerosas excursiones que realiza la gente procedente de barcos, es común
sufrir los efectos de lo que se denomina vulgarmente "chorizos del
mar". Cuando regresamos, por la noche, sorprendimos a unos de éstos
que salieron de nuestro velero con un dinghy. Nos habían intentado robar,
al igual que en los otros barcos fondeados. Estos "chorizos" estaban
protegidos por la oscuridad de la noche, ya que no había luna y todo el
entorno de arena es de color negro volcánico. Este lamentable hecho ha
sido provocado por el turismo, pues hace pocos años no sucedían ésto.
Después
de la excursión y de otro día de navegación con rumbo casi Norte,
llegamos a Capri, la "perla del Mediterráneo", la más famosa
isla de Italia. Ya desde los tiempos de los romanos, en el mandato de
Tiberio, esta isla era el refugio y paraíso de orgías y el placer. Hoy
día es una isla llena de lujosos chalets y con un alto capital invertido.
Al norte se encuentra la Marina Grande, con unos precios de amarres
dramáticos. (de 20.000 a 25.000 Pts. noche para una plaza de 12 metros).
Hay numerosos fondeaderos durante el día pero por la noche el más común
está en el sur de la isla, con una profundidad media de 15 metros
acompañado de un poco de balanceo debido al mar de fondo.
A pocas millas se encuentra Nápoles con su famosa
bahía. Esta caótica ciudad sin duda ofrece una particularidad belleza no
carente de magia. Nápoles es de aquellos lugares que uno al llegar o se
enamora o lo odia. A pesar de sus tres puertos; Molosiglio, Santa Lucia y
Mergelina, para el navegante sigue siendo un problema el encontrar amarre.
Los dos primeros son los que están situados más cercanos al centro de la
ciudad, y es prácticamente imposible encontrar amarre, a no ser que se
conozca a alguien del puerto o de la zona.
En Italia y en especial en Nápoles conviene
recalcar la importancia que le dan a la relación entre personas. Por
ultimo, en el puerto de Mergelina o en el muelle de Luisse dan amarre a
barcos generalmente grandes pues estos cotizan más que uno pequeño, y
está provisto de servicio de agua, gasoil y electricidad. Aunque tampoco
está exento de dificultad el amarre allí.
Nosotros, naturalmente, lo resolvimos echando el
ancla en mitad de la bahía, en un sector del paseo en el cual había un
grupo de napolitanos que estaban al cargo de una parte de las pequeñas
barcas amarradas en el paseo. A pesar de estar fondeados pagamos como en
un amarre de puerto, ahora bien, tuvimos servicio de agua y de chinchorro
para llevarnos a tierra y traernos al barco las 24 horas al día, y nunca
falto nada abordo.
Una vez allí, para cualquiera y en especial para
los amantes de la historia y el arte (a pesar del calor) es recomendable
visitar las ruinas de Pompeya y Herculano, la Galería, y el museo de
Capodimonte y el arqueológico. Y si no, prueben la pizza en el lugar
donde se inventó.
Recorrimos
la sorprendente costa de Amalfi y Positano y nos dirigimos a Procida. Esta
isla tiene el encanto particular de la antigua Italia. Calles estrechas,
fachadas de colores y cuestas empinadas. Dispone de dos puertos. El del
norte es el comercial y al sur se encuentra la gran bahía de buena
profundidad 5-6 metros, provista de un pequeño y curioso puerto abierto
por las dos bandas. Conviene resaltar que en los fines de semana son
cientos de barcos que se trasladan de Nápoles y los puertos cercanos para
pasar el día. Las aglomeraciones son masivas, siendo un espectáculo ver
como se retiran todos a la tarde para el puerto llenando de estelas la
mar. La isla vecina es Ischia con su puerto que no es fácil de localizar,
de no ser por los numerosos ferrys que se dirigen a él.
Más al Norte se encuentra el archipiélago de 5
islas que se denominan las Pontine: Ponza, Zannone y Palmarola son las
situadas más al NW, próximas al Capo Circeo de la Costa de italiana.
Ventotene y San Stefano están mas lejanas y situadas a 30 millas del
mismo cabo. Estas islas son todas volcánicas pero pertenecen a dos
cadenas volcánicas diferentes.
Ponza es la más grande y probablemente la de más
encanto. Con su puerto situado al SE de la isla, está provisto de todos los
servicios para nuestras necesidades. Un puerto pintoresco, especialmente
la zona de los pescadores. Al norte están los fondeaderos
característicos por sus cuevas y acantilados: Cala Inferno y Cala di
Feola. El turismo de estas islas es básicamente gente de Roma, gracias a
su proximidad geográfica.
Ya nos dispusimos para dirigirnos a la Costa
Esmeralda situada al NE de Cerdeña. El paisaje cambia y tras pasar por la
isla de Tavolara comenzamos a hacer bordos con una suavidad bucólica.
Llegamos al Porto Cervo, un puerto natural muy bien protegido de todos los
vientos. El precio del amarre es bastante alto pero es común fondear en
el margen derecho de la ensenada, (al otro lado del puerto).
Construcciones modernas y barcos lujosos una vez más, pero sin ambiente
en el puerto ni en los bares.
Al día siguiente prometía ser un día de viento
y para no variar en contra. Comenzamos con el salsero ritmo de...
"una de cal y otra de arena". Como la canción poco a poco se
calienta la cosa y la ropa sobra, por lo que vamos eliminando trapo a
marchas forzadas. Después de unas docenas de bordos nos dimos cuenta que
mover nos movíamos mucho pero avanzar ...era bien poco. Así que con la
ayuda de la carta elegimos la cala segura más próxima. Parecía estar a
un par de millas a un descuartelar (que ya era bastante).
Vemos
una inmensa bahía rodeada de una playa con barcos fondeados naturalmente
con el viento de tierra. Los borneos con semejante viento eran
considerables. Había un fondo de 17 metros y lo curioso del caso es que
al acercarme a la playa el fondo era el mismo. Con la ayuda de unos
italianos que estaban en la playa me animaron a que me acercara hasta la
playa para darles mi ancla y poder realizar la extraña maniobra. Así
pues con ancla en popa, me acerqué a la playa le di al italiano mi ancla
en mano, se la llevo corriendo a 30 metros y la clavó en la arena. Aquí
se acabó todo. Los 40 nudos siguieron soplando por encima de nuestras
cabezas y ni un solo borneo sufrimos en toda la noche. Con la libertad que
supone bajar a tierra sin chinchorro y sin tener que mojarse. Una noche
fantásticamente tranquila a pesar del viento que hacía.
Al día siguiente quitamos el ancla y nos dejamos
arrastrar por el viento. Unos cuantos bordos más pero sin tanta violencia
y al pasar las Bocas poco a poco el viento se fue calmando. Recalamos en
el pequeño puerto de Stintino y al día siguiente, tras cruzar el
estrecho paso de Asinara, nos evitamos unas millas, ya que 30 horas con un
viento agradable nos separaban del nuestro estimable Mahón.
El resto puede sonar a despedida y fin, así que
prefiero dejarlo en el mar.

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© Texto y Fotos:
Fernando Santiago
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