Orfeo
y el Cap de Creus
Por Mónica Fernández
Publicado en La Vanguardia del 17.1.00
El Cap Norfeu debe su nombre al
héroe griego Orfeo, que provocó su
aparición entonando bellas melodías

uchas veces, el viajero que se para a contemplar la magnificencia
del cabo de Creus se pregunta por qué extraño capricho de la naturaleza fue creado un
lugar tan bello. El viajero que recorre los preciosos parajes de la costa de Roses siempre
queda absorto ante la contemplación del Cap Norfeu, una auténtica joya del ahora parque
natural. Frente a Norfeu, unos pocos escollos rocosos sobresalen de las aguas, uno de
ellos recibe el cariñoso y acertadísimo nombre del Gat, porque su forma recuerda a este
animal.
A los que alguna vez se han preguntado cómo nació el Cap Norfeu, les daremos
una explicación que quizá poco tenga que ver con la ciencia, pero que sin duda es
bellísima como metáfora poética. En este caso la leyenda se remonta a tiempos
antiquísimos, y tiene como protagonista al héroe griego Orfeo, aquel que era un virtuoso
de la lira y se casó con la ninfa Eurídice, que murió poco después. Orfeo fue a
buscarla al mundo de los muertos y le dejaron llevársela con la condición de ir delante
de ella y no volverse a mirarla. Claro está que Orfeo se volvió, perdiendo para siempre
la posibilidad de recuperar a su esposa.
Pero vamos a la historia que nos interesa. Cuenta ésta que un día Orfeo emprendió un
agradable crucero por el bello mar Mediterráneo. Cuando el barco estaba ya muy cerca de
las costas de la península Ibérica, se desató una gran tempestad, presidida por un
viento endemoniado que empezó a remover el barco con gran fuerza. En plena noche, incluso
siendo un héroe mitológico, Orfeo se asustó.
El héroe hizo todo lo que pudo por intentar mantener el barco a flote, pero cada vez
estaba más cerca de unas grandes rocas amenazadoras. Tras grandes esfuerzos que fueron
inútiles, el barco se fue a pique. Orfeo aplicó todas sus fuerzas para intentar salvarse
de ser engullido hacia el reino submarino de Poseidón. Tras mucho rato de lucha contra la
virulencia de la mar brava, pudo llegar hasta una roca, a la que se aferró. Esa roca era
precisamente la roca del Gat, de la que antes les hablábamos.
Orfeo, asustado y muerto de frío, decidió esperar pacientemente el alba para descubrir
dónde se encontraba exactamente y luego decidir qué podía hacer. Por la mañana, Orfeo
se dio cuenta de que estaba frente a una grande y preciosa bahía, pero muy lejos de la
costa como para intentar llegar a nado, sobre todo teniendo en cuenta lo mermadas que
estaban sus fuerzas. Mientras estaba perdido en sus pensamientos sobre cómo saldría de
aquel trance, le sorprendió una visión maravillosa. Acababa de descubrir, en la parte de
poniente, la magnífica montaña del Canigó, coronada por una falda de nieve blanca, de
una pureza impresionante.
Encandilado por esa visión, Orfeo cogió su lira (curiosamente no se había perdido
durante el naufragio) y empezó a componer e interpretar unas maravillosas canciones
dedicadas a aquella bella montaña. Tan bellas eran las tonadas y tan evocadores los
versos que salían de la mente y el corazón del talentoso Orfeo que se produjo un
singular fenómeno. Las montañas más cercanas a la costa fueron aproximándose hasta la
Roca del Gat para poder escuchar mejor la música que entonaba Orfeo.
Fue así como, una vez que las montañas estuvieron bastante cerca de la Roca del Gat,
Orfeo pudo saltar y poner finalmente pie en tierra, una tierra de la que ya se había
quedado enamorado. Así se salvó nuestro héroe y así nació el Cap Norfeu que, por
supuesto, debe su nombre a su inicial denominación de Cap den Orfeu.
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