M@re Nostrum

La aventura con el cachalote
por Alberto Romeo

Traducción y adaptación de Miquel Pontes

ra el verano de 1981 cuando nos encontrábamos en las islas Eólidas haciendo un reportaje fotográfico de las siete islas que conforman el archipiélago para la revista italiana de buceo Mondo Sommerso.


El soplido del cachalote

Mi mujer Lucía y yo habíamos embarcado en el bonito yate "Maria Gabriella" en compañia de otros buceadores y del director de la revista Franco Capodarte; en los dias anteriores habíamos completado el reportaje terrestre y submarino de Alicudi y Filicudi y nos dirigíamos hacia Lipari cuando escuchamos en la radio un mensaje que informaba del peligro para la navegación que representaba una ballena atrapada en unas redes que iba a la deriva en el estrecho que separa las islas de Lipari y Salina.

Entre que nos miramos a los ojos y decidimos buscar la ballena pasó tan sólo un momento, tras el cual pusimos rumbo a la zona señalada. Las indicaciones eran muy vagas así que necesitábamos mucha suerte para encontrarla, pero ¡teníamos que intentarlo!. Despues de algunas horas de búsqueda infructuosa estábamos desmoralizados y casi sin combustible, por lo que decidimos volver a puerto para repostar y seguir buscando al animal. Justo en este momento uno de los vigías, apostado en lo alto del puente con unos prismáticos gritó: "¡Sopla!" al igual que los viejos balleneros.


Alberto cerca de la cabeza del cachalote.

No queríamos creerlo, pero al cabo de un momento vimos otro soplido, ¡ y justo enfrente de nosotros!. Parecía un escollo en medio del mar (pero estábamos a varias millas de la costa), que estaba tranquilo, sin olas, bajo un sol cegador. Nos acercamos lo más posible y vimos claramente que la ballena se había enredado en una red de deriva ilegal, de las que todavía se emplean para capturar peces espada. La ballena respiraba a un ritmo muy lento. La parte emergida era mínima comparada con la sumergida pero aún así se adivinaba que era un animal muy grande. Decidimos liberar al animal y documentarlo todo, así que me sumergí con mi mascara, mis aletas y mi cámara para hacer un primer reconocimiento mientras los otros preparaban el equipo.


Vuelta de reconocimiento alrededor de la
cabeza del cachalote.

Hasta ese momento creíamos que se trataba de una simple ballena, una criatura inofensiva y desdentada, pero en cuanto me acerqué por debajo del agua me llevé una desagradable sorpresa: reconocí la inconfundible silueta de un cachalote, como el terrible Moby Dick del Capitán Akab, armado de enormes dientes como los de un Tiranosaurio y preparado para devorarme. ¡No podríamos liberarlo! ¡Era demasiado peligroso! Mientras pensaba todo esto, tomé algunas fotos antes de volver al barco para informar a mis compañeros que todavía ignoraban la verdadera identidad de la ballena.

Todos coincidimos en que era extremadamente peligroso intentar liberar a un "monstruo" de este tipo. Además no teníamos noticias de ningún otro contacto directo entre cachalotes y buceadores, aparte de las terribles historias de balleneros del libro de Melville. Ni siquiera sabíamos que había cachalotes en el Mediterráneo.


Lucia se acerca al cachalote. Comparad el
tamaño de la buceadora con la cabeza
del cetáceo.

El pobre animal estaba exhausto por su pesada respiración sentíamos que nos pedía socorro. Además la ocasión era muy interesante para la revista y para los fotógrafos, así que decidimos efectuar otra vuelta de reconocimiento en grupo para evaluar mejor las posibilidades de liberación del "monstruo". Dejamos el yate a un centenar de metros y nos embarcamos en una lancha neumática. En ella íbamos yo mismo, Lucía, Franco y Piero. El capitán nos prestó toda su atención para socorrernos si las cosas se torcían. Nos acercamos al animal con el motor al ralentí y dimos una vuelta a su alrededor. Era enorme, para observarlo por completo tuvimos que alejarnos 10 metros.


Evocativa foto del cachalote
herido.

Fotografiamos al animal desde todos los ángulos. Lucía no conseguía verlo completamente, dada sus dimensiones, así que se sumergió en una larga apnea para retratarlo a contraluz. Tan solo cuando llegó a la superficie se dió cuenta de que había llegado al límite de sus posibilidades... habíamos decidido no bucear con botellas para no poner nervioso al animal con el ruido de las burbujas.

Tras algunos minutos empezamos a notar un click rítmico (supimos que era el "sonar" del cachalote) y su lenta, profunda y dificultosa respiración. Bajo nosotros y a nuestro alrededor tan solo estaba el azul de mil metros del canal de Strómboli, una situación irreal, propia de otro mundo. En esta atmósfera tuvo lugar el milagro. Estoy convencido que fue el cachalote quien contactó telepáticamente con nosotros dándonos seguridad y tranquilidad, nuestro miedo desapareció en el azul que nos rodeaba: "No tengáis miedo, liberadme, no os haré daño"...

Este era el mensaje, y los cuatro submarinistas tuvimos la misma sensación de seguridad y decidimos liberar al "monstruo" sin dudarlo ni un instante.


Alberto acaricia la cabeza del cachalote

En aquel momento nos sentíamos más seguros a su lado que lejos de él, así que nos acercamos y tocamos aquella piel extrañamente suave, malherida por los cabos de la red que cubría completamente el morro del animal, impidiéndole abrir la boca. Entenderéis que no podíamos dejar prisionero al gigante. Lucia, como yo, siempre ha creído que los animales entienden nuestros pensamientos y nuestras intenciones, y creo que el gran cetáceo comprendió perfectamente nuestras intenciones de liberarlo; mientras Piero y Franco cortaban las redes, Lucía y yo lo acaricíabamos cerca de los ojos y él nos respondía con los clicks característicos. No fue fácil cortar la red con los cuchillos de buceo... me arrepentí mas que nunca de no haberlo hecho afilar.


El cachalote abre la boca
girándose hacia Alberto
y Lucia

El momento más emocionante fué cuando liberamos la red que aprisionaba la cabeza y el animal abrió la boca y se giró hacia Lucía y hacia mí. En ese momento no niego que pensé en que podía devorarme de un bocado, y yo con el ojo pegado al visor de mi cámara para encuadrar esta espléndida escena...

El cachalote abrió su gigantesca boca de forma extredamadente lenta, como si diera un enorme bostezo. Yo estaba de lado, pero recuerdo como en una película, que luego fotografié, la gran boca abierta a contraluz. Entonces el animal giró su cabeza hacia nosotros y nos miró; sentí como si quisiera darnos las gracias.

Tuvimos que inventar una técnica para cortar la red y liberar así al cachalote; decidimos empezar por la cabeza, cortando la red de forma que protegíamos su piel interponiendo nuestras manos para no dañarla más (aunque hubiera sido más útil emplear esas tijeras quirúrgicas con las puntas redondeadas).


Piero y Franco cortan la red

Así conseguimos liberar simultáneamente los dos lados de la cabeza y buena parte del cuerpo. Entonces la red se enganchó en la pequeña aleta dorsal, pero en este punto Piero saltó a caballo del animal y cortó la red, mientras nos dejaba de piedra.

En este punto observamos que se había formado un nudo enorme en la base de la aleta caudal, y no resultaba fácil cortarlo, por el movimiento contínuo de la aleta que nos desplazaba varios metros arriba y abajo. Además teníamos el problema añadido de tener que compensar continuamente. Por eso, decidimos bucear con botellas tan sólo para liberar la cola del cetáceo.


Cortando la red de la cola del cachalote

Esta es una experiencia increíblemente especial por la extraña relación telepática creada con este espléndido animal; de hecho me gustaría conocer las experiencias de otras personas con estos cetáceos.

Mientras cortábamos la red se acercó una pequeña barca con turistas y uno de ellos preguntó: "¿lo habéis capturado vosotros?" Cuando acabamos el trabajo, de la cola del cachalote quedó colgando un pequeño trozo de red que no supimos desenredar, lo que permitió a algunos pescadores reconocerlo dos días más tarde cerca de Vulcano y lo escoltaron hacia mar abierto.

Es también una experiencia única porque según parece en los últimos 20 años no se ha documentado una aventura similar.


Cortando las redes de la cola del cachalote

Naturalmente esta noticia tuvo una gran difusión, y no solo en la prensa especializada, incluso la revista Famiglia Cristiana dedicó una portada al tema. Nuestras fotos se emplearon también en una campaña contra las redes de deriva por parte de las asociaciones conservacionistas como el GRUPPO RICERCATORI ED OPERATORI SUBACQUEI, MAREVIVO, LEGAMBIENTE, WWF y GREENPEACE.

Quizás lo que más me incomoda es haber participado en esta historia a través del objetivo de mi cámara. No es fácil de explicar a alguien que no sea fotógrafo, pero cuando se intenta colaborar del mejor modo posible se mira el mundo, no con los propios ojos, sino con un objetivo de determinada distancia focal.


Portada de la revista
Famiglia Cristiana

La visión es un fenómeno cultural en el sentido que no vemos con los ojos, sino con el cerebro, el cual creamos una elaboración mental y cultural de una determinada imagen. Los ojos son solo el punto en que la luz entra en nosotros, pero la verdadera visión tiene lugar en el cerebro (¡recordad los sueños!). El fotógrafo tiene que imaginar como saldrá la foto con esa luz, ese encuadre, esa película; la imaginación y la realidad se mezclan y se vive en función de la foto, por lo que no se saborea completamente la realidad.

Con esto no quiero decir que preferiría no haber tenido la cámara, ¡nunca me lo habría perdonado! pero observar a este ser enorme con dientes tan grandes como los de un Tiranousarus rex a un par de metros de distancia a través del visor de mi cámara es como verlo en el cine... Tengo una extraña esta sensación de falsedad que me hace sentir como si me hubiera perdido algo, como si no lo hubiera vivido realmente, al menos no de la misma manera que la vivió Franco, que jamás ha tocado una cámara.

El texto y algunas fotos son de Alberto ROMEO
Las otras fotos son de Lucia SCORDATO, 1998

El artículo original está en Italiano en la siguiente dirección: http://www.diveitaly.com/aromeo/capodoglio/Capodoglio.html

Reproducido con autorización

 

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Última modificación: 01 enero 2024 10:18


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