Palamós 
    El temido Barbarroja 
    Por Mónica Fernández 
    Publicado en La Vanguardia del 27.3.00 
     
     
     
    La Costa Brava tiene entre sus
      
    
    peores recuerdos la llegada del  
     
    
    malvado pirata turco a la   
    
    ciudad de Palamós   
    
      
    
     o prometido es deuda, y hace poco les aseguramos que les contaríamos
    detalladamente aquella ocasión en la que la Costa Brava se enfrentó al temido pirata
    turco Barbarroja, uno de los más sanguinarios corsarios que han conocido nuestros mares y
    los del mundo entero.  
     
    Debemos aclarar que lo que vamos a contarles no es una leyenda, aunque con el tiempo se
    haya convertido en un acontecimiento legendario. El ataque de Barbarroja (#) es un hecho 
    real que ocurrió en el año 1543 y que está recogido en un documento notarial que se conserva en
    el fondo documental del Ayuntamiento de Palamós. Pero la figura de Barbarroja llegó a
    tomar tantos visos de héroe (o villano) de leyenda que sus fechorías también parecen,
    en algunas ocasiones, producto únicamente de la imaginación popular.  
    Pero no fue la imaginación popular lo que sufrieron hombres como mosén Joan
    Anfreu, Pere Roig o Geroni Soler. Todos ellos y muchos más murieron dentro de la ciudad
    de Palamós, cuando aún era una villa amurallada, intentando defender su hogar de un
    ataque contra el que poco había que hacer.  
     
    Barbarroja llegó a la Costa Brava muy bien preparado, según está registrado en el
    documento notarial al que nos referíamos. Llevaba 20 galeras y tres "fustas"
    (otro tipo de embarcación).  
     
    Cuenta el notario que él y muchos otros se dirigieron hacia la ciudad de Palamós, y
    antes de que llegaran ya pudieron comprobar el estruendoso espectáculo de las bombas
    cayendo sobre la villa. Dentro de la misma quedaban ya muy pocos hombres, puesto que todo
    el mundo había huido, a sabiendas de que vencer a Barbarroja era poco más que una
    quimera.  
    Cuenta el relato que después de intentar enfrentarse a los turcos, no les quedó
    más remedio que abandonar la ciudad y dejarla desprotegida. Aquella noche de lunes, un
    día de octubre, no se borró de la memoria de los habitantes de Palamós ni de las
    ciudades de los alrededores durante mucho tiempo.  
     
    Los turcos no tuvieron piedad con los que se quedaron. Cuenta el documento que al volver a
    la mañana siguiente el escenario que vieron era dantesco.  
     
    Todos los que se quedaron en Palamós murieron a manos de los turcos, cruelmente
    asesinados. A algunos les cortaron la cabeza, a otros los quemaron, incluso dice el relato
    que uno de los hombres fue encontrado calcinado y ensartado en un palo como si lo hubieran
    cocinado con la intención de comérselo.  
     
    Los turcos robaron y saquearon todo lo que encontraron. Entre las cosas que se llevaron
    figuran las campanas de la iglesia y algún barco de considerable tamaño. Incluso en el
    interior de la iglesia llevaron a cabo todo tipo de maldades. Cortaron la cabeza a una
    imagen del Cristo, quemaron la de la Virgen y destrozaron los retablos, quemaron los
    libros sagrados y redujeron también a cenizas los demás elementos decorativos que
    embellecían el templo.  
     
    El relato de este notario que dio fe de los hechos acaba diciendo que fue tan grande y tan
    terrible la destrucción que llevaron a cabo los turcos que "no ha cor de crestià
    que no plore gotas de sang" (no hubo corazón de cristiano que no llorara gotas de
    sangre).  
       
    # El 
    texto de Mónica Fernández atribuye el ataque al propio pirata Jaradin 
    Barbarroja, aunque éste estaba invernando en Francia por aquel entonces. 
    Según parece, fue el lugarteniente de Barbarroja, Salah Rais, quien comandó 
    la flota que realizó el ataque a Palamós.   
    Información proporcionada 
    por Ramiro Feijoo, autor de varios libros sobre el tema y que acaba de 
    publicar su última obra: "Corsarios berberiscos. El reino corsario que 
    provocó la guerra más larga de la historia de España" publicada por 
    Editorial Belacqua. 
    
      
        Una costa plagada
        de 
        edificios defensivos 
        Muchos de los bellos restos que nos
        quedan del pasado de la Costa Brava fueron en su tiempo elementos defensivos. 
        Durante la edad media y casi hasta
        nuestros días la piratería fue fuente de preocupación constante para las localidades
        costeras y las que, ya en el interior, atesoraban cualquier tipo de riqueza que pudiera
        ser codiciado por los temidos corsarios.   
        Todas las villas de la Costa Brava
        levantaron sus propios elementos defensivos y habilitaron lugares desde donde se podía
        tener una buena vista de la costa y, por lo tanto, prever los ataques.
          
        Es el caso, por ejemplo, de las
        construcciones que les mostramos en fotografía: la conocidísima Torre Valentina y el
        castillo de Sant Esteve. Ambos fueron concebidos como baluartes defensivos de la bahía de
        Palamós contra los ataques piratas, que durante ciertas épocas fueron frecuentes.
          
        Por suerte, no hubo muchos ataques
        tan terribles como el de Barbarroja, que destruyó Palamós y dejó una huella indeleble
        en su historia. 
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