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     [El 
     comercio del petróleo] [La flota petrolera] 
     [Los vertidos y derrames de hidrocarburos] 
     [El papel de los profesionales del mar] [El 
     buque/tanque Prestige] [El último viaje]
      
     [La responsabilidad por tantas catástrofes] [Cuánto 
     nos costará la tragedia] 
     
      
      
        
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      LOS 
      VERTIDOS Y DERRAMES DE HIDROCARBUROS  
      Hablando con precisión, debe 
      distinguirse entre un "vertido" contaminante, fruto de una acción 
      deliberada e intencional, aunque pueda estar justificada por causas de 
      fuerza mayor o estado de necesidad, y un "derrame" o "descarga" derivado 
      de un accidente o de las operaciones habituales en la explotación de un 
      buque. Aunque la diferencia entre ambos conceptos tenga primordialmente un 
      sentido jurídico (como dice el profesor Ruiz Soroa "la diferencia es de 
      pura lógica, pues no puede equipararse en su tratamiento jurídico punitivo 
      al vertido deliberado con el que es consecuencia indirecta de un accidente 
      del buque durante la navegación -sea un abordaje, una varada o un 
      naufragio- o de la operativa normal del buque"), ya que desde el punto de 
      vista medioambiental no importan tanto las causas como la realidad de la 
      contaminación, sea vertido, sea derrame, interesa dejar constancia aquí de 
      esta fundamental distinción para evitar las condenas mediáticas de cuantos 
      demagogos se dedican a canalizar contra los capitanes y tripulantes la 
      comprensible indignación de la sociedad ante un problema de contaminación 
      causado por un buque petrolero.  
      Porque ha de quedar claro, 
      con independencia de la reacción social que provocan los derrames causados 
      por accidentes marítimos, en los que la opinión pública recibe el mensaje 
      de que son los buques/tanque los grandes contaminadores del medio marino, 
      que por la vía de los accidentes sólo llega al mar un escaso 8 por ciento 
      (media de los años 1990-1999) del total de la contaminación marina por 
      hidrocarburos.  
        
      Ilustración 30.  
      Variación anual de derrames totales por accidentes en miles de toneladas.
       
      Fuente: ITOPF y elaboración propia.  
      En efecto, los datos que 
      suministra el Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos (NRC, 
      National Research Council)21, nos 
      muestran que:  
      
        - 
        
El 47% procede de fuentes 
        naturales. Se trata del crudo que se introduce en el mar desde los 
        estratos geológicos del lecho marino. Esta fuente de contaminación, no 
        obstante su origen natural, altera los ecosistemas marinos del entorno 
        donde se producen.   
        - 
        
El 38% se origina como 
        consecuencia del propio consumo de hidrocarburos, que a nivel mundial ha 
        crecido un 25 por ciento desde 1985 hasta 2000, y comprende todas las 
        descargas desde tierra (industriales, urbanas, etc.), que acaban en el 
        mar, y de los pequeños derrames de los buques no petroleros. 
          
        - 
        
El 12% llega al mar como 
        consecuencia del transporte de petróleo. De ese 12 por ciento, sólo el 8 
        por ciento es imputable a accidentes de petroleros y el 3 por ciento a 
        descargas operacionales.   
        - 
        
El 3% se origina en las 
        actividades marinas de exploración y producción de petróleo y gas. En 
        1985 existían unos pocos miles de plataformas offshore. En el año 2000 
        su número alcanza la cifra de 8.300.   
       
      
        
      Ilustración 31.  
      Orígenes de los derrames de petróleo en el mar.  
      Fuente: National Academy of Sciences y elaboración propia.  
      Estos datos suponen una 
      profunda revisión de lo que, con muchas cautelas, aceptaba la comunidad 
      científica internacional, que atribuía nada menos que alrededor del 30 por 
      ciento de la contaminación del mar por hidrocarburos a los derrames 
      operacionales (pequeños derrames de menos de 7 toneladas producidos en las 
      operaciones de carga, descarga y toma de combustible por los buques), y a 
      los de limpieza de tanques y sentinas de los petroleros. Se sabía que 
      estas descargas habían disminuido en los últimos años merced a las 
      continuas mejoras introducidas en el Anexo I del Convenio MARPOL, y la OMI 
      había calculado en 1999 que la contaminación del mar desde los buques se 
      había reducido, desde 1993, en un 60 por ciento por lo menos. Y que los 
      grandes incidentes de contaminación (derrames de más de 700 toneladas) 
      habían pasado de 24,1 de media anual en el período 1970-1979, a tan sólo 
      8,8 durante el período 1980-1999. De la eficacia de las medidas cada vez 
      más exigentes aplicables a la flota petrolera por los convenios 
      internacionales y por las resoluciones y recomendaciones de la OMI, da 
      buena cuenta el gráfico que relaciona la adopción de esas medidas con el 
      perfil de la cantidad de hidrocarburos vertidos al mar desde los 
      buques-tanque.  
      
        
      Ilustración 32.  
      Relación de las normas vigentes con el número de derrames de hidrocarburos 
      superiores a 700 toneladas.  
      Fuente: ITOPF y elaboración propia.  
      La cantidad de hidrocarburos 
      vertidos al mar desde los buques presenta picos extraordinarios debidos a 
      los accidentes puntuales de grandes petroleros. En el período 1989-1998 se 
      registraron 366 derrames de más de 7 toneladas, con un total de 1.251.000 
      toneladas de petróleo perdidas en el mar, de las cuales el 71 por ciento 
      (893.000 toneladas) fueron causadas por no más de 10 vertidos, menos del 1 
      por ciento del total. Un único accidente de un petrolero puede disparar 
      las estadísticas:  
      
        - 
        
1976: Naufragio de 
        petrolero español Urquiola a la entrada del puerto de La Coruña. Unas 
        100.000 toneladas de crudo perdidas.   
        - 
        
1978: Varada del 
        Amoco Cadiz, de bandera liberiana, en las costas de la Bretaña francesa. 
        220.000 toneladas de crudo derramadas al mar.   
        - 
        
1979: Naufragio del 
        petrolero Atlantic Empress, de bandera griega, frente a las costas de 
        Tobago. 287.000 toneladas de petróleo derramadas al mar.   
        - 
        
1983: Naufragio del 
        petrolero español Castillo de Bellver en las costas de Sudáfrica. 
        252.000 toneladas de crudo fueron a parar al mar.   
        - 
        
1988: Naufragio del 
        Odyssey, perdido a 700 millas náuticas de la costa canadiense del 
        Atlántico, 132.000 toneladas.   
        - 
        
1989: Avería del 
        casco del petrolero iraní Khark 5 (80.000 toneladas perdidas a 120 
        milles al oeste de la costa de Marruecos), y varada del Exxon Valdez, 
        con bandera USA, en Prince William Sound (Alaska), con un derrame de 
        37.000 toneladas.   
        - 
        
1991: Naufragio del 
        ABT Summer a 700 millas de la costa de Angola (260.000 toneladas), y 
        explosión del petrolero chipriota Haven frente al puerto de Génova con 
        144.000 toneladas de petróleo.   
        - 
        
1992: Embarrancada 
        del petrolero griego Aegean Sea en la entrada del puerto de La Coruña. 
        74.000 toneladas de crudo derramadas.   
        - 
        
1993: Embarrancada 
        del Braer, de bandera liberiana, en las islas Shetland. 85.000 toneladas 
        de crudo al mar.   
        - 
        
1996: Naufragio del 
        Sea Empress, de bandera liberiana, en Milford Haven (Sudoeste de Gales, 
        Reino Unido). Derramadas 72.000 toneladas de petróleo.   
        - 
        
1997: Quiebra del 
        Nakhodka, de bandera rusa, a 60 millas al nordeste de las islas OKI, en 
        Japón. 6.200 toneladas de fuel semi-pesado se derramaron en el mar.
          
        - 
        
1999: Naufragio del 
        Erika, bandera de Malta, frente a las costas de la Bretaña francesa. 
        20.000 toneladas de fuel-oil pesado derramadas.   
        - 
        
2001: colisión del 
        Baltic Carrier abanderado en las Islas Marshall, con el Torn, granelero 
        chipriota, a 30 millas de Rostock (Alemania). Se derramaron 2.500 
        toneladas de fuel pesado.   
        - 
        
2002: naufragio del 
        Prestige, bandera de Bahamas, frente a las costas de Galicia. 77.000 
        toneladas de fuel pesado llegaron al mar.   
       
      A pesar de la significativa 
      reducción de la contaminación marina desde los buques que hemos podido 
      apreciar, la sociedad europea y mundial considera inadmisible los 
      accidentes, como el reciente del Prestige (13-19 de noviembre de 2002), 
      que derraman al mar miles de toneladas de hidrocarburos devastando amplias 
      zonas costeras con costes económicos de miles de millones de Euros y daños 
      ecológicos incalculables.  
      LAS 
      CAUSAS DE LOS ACCIDENTES MARÍTIMOS  
      Los avances de la normativa 
      técnica de prevención de accidentes marítimos, tanto por lo que respecta a 
      la seguridad de la vida humana en el mar, como por lo que se refiere a la 
      conservación del medio ambiente marino, han estado siempre ligados a las 
      reacciones provocadas en la sociedad por las consecuencias de los grandes 
      accidentes. Es bien conocida la historia del Convenio Internacional para 
      la Seguridad de la Vida Humana en el Mar (SOLAS), que nace en el año 1914 
      como respuesta directa al famoso naufragio del Titanic dos años antes.
       
      También es conocida la 
      historia del Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación desde 
      los buques, el MARPOL, firmado en el año 1973 después de una larga 
      preparación que arranca de la contaminación provocada por el petrolero 
      Torrey Canyon en el Canal de la Mancha, en 196722. 
      El Convenio MARPOL venia a sustituir al Convenio Internacional para 
      Prevenir la Contaminación de las Aguas del Mar por Hidrocarburos (OILPOL), 
      el primer instrumento normativo sobre esta materia, firmado en el año 
      1954.  
      Las sucesivas enmiendas que 
      han mejorado ambos convenios (el SOLAS y el MARPOL), desde su aprobación 
      por sendas conferencias de la OMI (el SOLAS vigente data de 1974), han 
      sido siempre la respuesta a posteriori a los grandes accidentes marítimos, 
      y son conocidas en el sector como las enmiendas del Amoco Cadiz (1978), o 
      las del Exxon Valdez (1989), por poner dos ejemplos bien conocidos por 
      todo el mundo. Por no hablar de los célebres paquetes Erika 1 y Erika 2, 
      que no son otra cosa que un conjunto de normas de la Unión Europea que 
      pretenden ir más allá de los mínimos establecidos por la IMO.  
      Así, el conocimiento preciso 
      de las causas de los accidentes marítimos se convierte en el eje de las 
      medidas normativas, organizativas y de gestión a adoptar, bien sea a nivel 
      nacional, comunitario y/o internacional. Si no disponemos de una 
      metodología rigurosa que nos explique las causas reales de los accidentes, 
      o si éstas quedan escondidas por intereses políticos, económicos, 
      comerciales, corporativos o de otro tipo, las medidas que se adopten 
      pueden, tal vez, conseguir una cierta anestesia de la opinión pública, 
      pero no solucionarán el problema. La historia marítima de España en los 
      últimos años, como veremos de nuevo en el caso del Prestige, constituye un 
      claro ejemplo de lo que podríamos denominar la política del avestruz: se 
      detiene al capitán del buque accidentado para calmar la indignación por la 
      marea negra y a renglón seguido se toman algunas medidas precipitadas (inversiones 
      innecesarias, prohibiciones inútiles...), que dejan intacto el problema 
      real que ha provocado la catástrofe.  
      La investigación y análisis 
      técnico y profesional de los accidentes marítimos resulta imprescindible 
      para evitar su repetición. Podemos afirmar que en este punto el panorama 
      es desolador. Las estadísticas sobre accidentes marítimos, confeccionadas 
      con las informaciones que suministran las autoridades nacionales 
      competentes, adolecen de tantos defectos que son, en la práctica, 
      inservibles para el conocimiento real de las causas que los provocaron. El 
      ITOPF23 tipifica los accidentes, 
      en sus estadísticas del año 2002, con las siguientes categorías: colisión, 
      varada, fallo estructural, explosión e incendio, y otros. Estos "otros", 
      que suman más del 40 por ciento, quiere decir que no se conocen las causas, 
      o que éstas (el caso más frecuente) han quedado sepultadas en el mar de 
      intereses que intervienen en cada accidente24.
       
      Pese a esta grave 
      deficiencia, la tipificación de los accidentes que realiza ITOPF resulta 
      más esclarecedora que las estadísticas que presenta la Comisión Europea, 
      la IMO y muchas Administraciones nacionales (la española, sin ir más lejos), 
      que atribuyen la mayoría de los accidentes a "errores humanos" sin 
      especificar, categoría de nula utilidad para la comprensión de las causas 
      ya que en todos los accidentes, o casi en todos, es posible encontrar "errores 
      humanos".  
      
       
       
       
       Tabla 1.
        
       Origen de los derrames por causa y cantidad vertida (1974-2002).  
       Fuente: ITOPF, elaboración propia.  
       LA 
       SOLUCIÓN DEL DOBLE CASCO  
       Las medidas que adoptó la 
       Unión Europea en el año 2000, en respuesta al accidente del Erika, 
       acortando el calendario previsto por la IMO para la total sustitución de 
       los petroleros de casco sencillo (single hull), por otros de doble casco 
       (double hull), y las normas decididas por el Gobierno español para 
       prohibir la entrada en los puertos de los buques de casco sencillo que 
       transporten determinados productos contaminantes, inducen a la opinión 
       pública a pensar que la solución de los accidentes marítimos que afectan 
       a la flota petrolera reside en el doble casco25. 
       Y eso no es cierto, el doble casco no deja de ser un espejismo en el que 
       entretenerse para no encarar los problemas de fondo del transporte 
       marítimo y, en concreto, el cáncer de las banderas de conveniencia y el 
       repliegue de las Administraciones públicas para que el mercado se ocupe 
       de la seguridad.  
       La idea de un diseño de 
       petrolero con doble casco nace a finales de los años 70 del pasado siglo 
       por la analogía existente con los buques gaseros y quimiqueros, cuyos 
       cargamentos, a fin de protegerlos de cualquier contingencia accidental, 
       viajan en tanques especiales contenidos dentro del casco del buque. 
       Huelga puntualizar que la visión de un buque petrolero proyectado de 
       forma similar a un doble casco figura en la literatura técnica 
       especializada mucho antes de 1970. Pero se trataba de inventos, no de 
       innovaciones. El historiador Schumpeter distinguió entre unos y otras 
       cuando al estudiar la revolución industrial cayó en la cuenta de que sólo 
       es posible hablar de la máquina de vapor cuando ésta deja de ser un 
       invento visionario de los siglos XVII y XVIII y se convierte en la 
       innovación industrial del siglo XIX. Los "dobles cascos" para petroleros 
       anteriores a los años finales de la década de 1970 no pasaban de ser 
       ejercicios teóricos sin ninguna proyección real en la industria naval.
        
       Durante años la idea de un 
       diseño de VLCC con doble casco rondó por los despachos de las grandes 
       sociedades de clasificación, las aulas universitarias y los círculos 
       técnicos de la IMO. Los costes económicos de la transformación (un diseño 
       de doble casco cuesta entre un 15 y un 25 por ciento más que uno de casco 
       sencillo) paralizaban, sin embargo, cualquier decisión al respecto.
        
       Pero en marzo de 1989 tuvo 
       lugar el accidente del Exxon Valdez y la conmoción que sufrió la sociedad 
       norteamericana provocó decisiones drásticas de su Gobierno. A partir del 
       uso mediático que se hizo del accidente del Exxon Valdez se disparó la 
       sensibilidad social sobre los accidentes de petroleros. Por primera vez 
       aparecieron esas imágenes impactantes de aves petroleadas que empujaron a 
       la opinión pública a una indignación masiva contra los buques que 
       causaban tanto daño a esas indefensas criaturas. Sólo faltó que se 
       extendiera en los medios de comunicación la falsedad de que el capitán 
       del Exxon Valdez se encontraba embriagado en su camarote cuando el buque 
       embarrancó para que la opinión pública global, no sólo la estadounidense, 
       acabara centrando en los marinos su irritación y su furia.  
       Poco más de un año tardaron 
       en aprobar la famosa OPA/90 (Oil Pollution Act of 1990, publicada el 18 
       de agosto), que imponía el doble casco para todos los buques que entraran 
       en las aguas jurisdiccionales de los Estados Unidos a partir de un 
       calendario preciso: un buque de casco sencillo no podrá operar después 
       del 1 de enero del año 2010; a los buques con doble fondo y costados 
       sencillos se les permitirá operar hasta el 1 de enero del 2015. Esa 
       decisión unilateral americana, un desafío en toda regla a la comunidad 
       internacional al desdeñar el papel regulador de la IMO, tuvo, entre otras, 
       dos consecuencias de gran calado26: 
       despertó a la IMO de su letargo en la cuestión del doble casco; y zanjó a 
       niveles prácticos el debate sobre las opciones de diseño de petroleros, 
       dejando en vía muerta el proyecto japonés de petrolero con cubierta 
       intermedia y doble forro en los costados (IOTDw/DS, Intermediate 
       Oil-Tight Deck with Double Side, una innovadora aplicación tecnológica de 
       las presiones hidrostáticas basada en la diferente densidad del petróleo 
       y del agua de mar, en teoría tan efectivo como el doble casco en "U"), y 
       el proyecto europeo bautizado como Coulombi Egg. La apuesta de la 
       industria norteamericana por el doble casco estuvo amparada por un 
       informe de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos (National 
       Academy of Sciences), previsto en la sección 4115, apartado (e) 
       Secretarial studies, de la OPA/90, que, de forma harto optimista, 
       afirmaba que de haber tenido doble casco se pudo haber evitado el derrame 
       de entre 3.000 y 5.000 toneladas de petróleo al año, sólo en las costas 
       de Estados Unidos, lo que venía a representar casi el 50 por ciento del 
       volumen anual de derrames en USA27.
        
         
       Ilustración 33.  
       Secciones transversales de diferentes diseños de doble casco.  
       El doble casco constituye 
       una protección suplementaria y en consecuencia beneficiosa para prevenir 
       derrames de hidrocarburos en determinados tipos de accidente, pero su 
       influencia resulta casi irrelevante en casos de embarrancada y varada 
       violenta (recordemos que el Aegean Sea estaba dotado de doble fondo, que 
       de nada sirvió para evitar el derrame e incendio de la carga, tras 
       embarrancar frente a la Torre de Hércules), en supuestos de colisión 
       entre buques a partir de una cierta intensidad, y desde luego en 
       accidentes por explosión y/o incendio. Y es a esos tipos de siniestros a 
       los que se debe la mayor parte de los derrames de hidrocarburos al mar 
       desde buques petroleros.  
       
         
       Ilustración 34.  
       Origen de los derrames según cantidad vertida.  
       Fuente: ITOPF y elaboración propia.  
       Es previsible, además, que 
       los buque de doble casco den enormes problemas a medida que vayan 
       acumulando años, ya que es bien conocido que los tanques de lastre, esos 
       inmensos espacios vacíos difíciles de mantener, resultan proclives a la 
       corrosión, acumulación de gases explosivos, vías de agua incontrolables, 
       etc. a menos que se les preste una atención mayor que la que reciben los 
       tanques y equipos de carga, las máquinas y las ayudas a la navegación 
       instaladas a bordo. El Erika y el Nakhodka constituyen dos ejemplos 
       recientes; y la avería inicial del Prestige tuvo mucho que ver, según 
       todas las investigaciones realizadas, con los problemas de corrosión que 
       se producen en los tanques de lastre.  
       
         
       Ilustración 35.  
       Número de buques de la flota petrolera mundial, en 2001, en función del 
       tipo de casco y por tramos de TPM.  
       Fuente: Fairplay/Lloyd's Register, elaboración propia  
       Los lastres de agua salada, 
       previstos entre el forro interior que contiene la carga y el forro 
       exterior en contacto con el mar, tendrán que ser objeto en los próximos 
       años de extensas investigaciones sobre la mejor forma de protegerlos para 
       paliar, o al menos minimizar, esos problemas u otros imprevisibles que 
       puedan surgir. Y aún así, será inevitable que dentro de pocos años 
       estemos hablando de algún grave accidente que el doble casco apenas ha 
       contribuido a evitar. Pensando en esa posibilidad, el Parlamento europeo 
       aprobó en mayo de 2003 un informe donde pide a la Comisión que encargue a 
       la Agencia Europea de Seguridad Marítima (ESMA, European Safety Maritime 
       Agency, cuya creación formaba parte del paquete Erika 2), que examine con 
       urgencia los riesgos específicos que presentan los buques de doble casco: 
       corrosión, fatiga del metal, peligro de explosión, solidez de los forros 
       y mamparos, y riesgos de colisión.  
       
         
       Ilustración 36.  
       Tonelaje total de la flota petrolera, en millones TPM, en función del 
       tipo de casco, por tramos de TPM.  
       Fuente: Fairplay/Lloyd's Register, elaboración propia.  
       Analizando la situación 
       actual de la flota de petroleros, desde el punto de vista de la 
       configuración del casco, vemos que aproximadamente la mitad cuentan con 
       doble casco, cumpliendo lo dispuesto en las regla 13G y 13F del Anexo 1 
       del Convenio MARPOL. Está previsto que hasta el 2025 sigan existiendo 
       petroleros de casco simple, aunque su número será irrelevante y operarán 
       tan sólo en tráficos marginales, habida cuenta de lo dispuesto en la 
       Directiva 407/2002 en virtud de la cual la Unión Europea se suma a los 
       Estados Unidos en el calendario OPA/90. En cualquier caso, los astilleros 
       coreanos y japoneses tienen el trabajo asegurado en los próximos lustros.
        
       LA 
       INVESTIGACIÓN DE LOS ACCIDENTES  
       La investigación de los 
       accidentes marítimos, elemento clave para conocer las causas y buscar 
       soluciones, sufre, como reflejan las estadísticas, un déficit importante. 
       Veamos un par de ejemplos concretos y significativos:  
       
         - 
         
El accidente del 
         Urquiola a la entrada del puerto de La Coruña, en agosto del año 
         197628. De acuerdo con la 
         Sentencia definitiva del Tribunal Supremo español, que condenó al 
         Estado a pagar las consecuencias del naufragio, el buque tocó, cuando 
         entraba enfilado por el canal del norte o de Seixo Blanco, contra unas 
         piedras del fondo no señalizadas en la carta de navegación de uso 
         obligatorio, que le produjeron el desgarro de algunas planchas de la 
         popa del casco29. La avería no 
         debería haber tenido más consecuencias que el derrame de unos miles de 
         litros de combustible para el consumo de las máquinas del propio buque 
         de no ser por la orden fulminante que recibió el capitán de salir de 
         las aguas portuarias (nadie supo nunca aclarar hacia dónde) por el 
         mismo canal utilizado para la entrada. A resultas de esta maniobra de 
         salida, el buque quedó embarrancado al fondo con el casco mortalmente 
         herido por las mismas piedras que lo habían raspado a la entrada. 
         Después se incendió, murió el capitán del buque y se desencadenó la 
         marea negra más importante que nunca, hasta ese momento, habían visto 
         las costas españolas.  
          
         La investigación del accidente realizada por personal de la Armada, 
         entonces encargada de las competencias administrativas de la marina 
         mercante, tuvo como único objetivo esconder las responsabilidades de 
         las autoridades marítimas por el accidente30. 
         En concreto, el informe oficial -completamente desmentido por la 
         Sentencia del Tribunal Supremo- culpabilizaba al capitán y a la 
         tripulación del naufragio del Urquiola. Esta falsa versión es, a pesar 
         de todo, la que ha prosperado para las estadísticas, de forma que en 
         los documentos oficiales de la Comisión Europea se atribuye el 
         accidente al error humano, o sea a un error de la tripulación31.
          
          
         De acuerdo con esta versión, si el accidente se atribuye a la impericia 
         de la tripulación (cuyo comportamiento, como reconoce el Tribunal 
         Supremo, fue en todo momento intachable) no era necesario mejorar nada 
         de la gestión portuaria, ni de los servicios cartográficos, ni del 
         funcionamiento de la Administración marítima. Así fue, con la 
         desagradable, pero lógica, consecuencia de que las mismas aguas se 
         volvieron a ver contaminadas 16 años más tarde por otro grave accidente 
         (Aegean Sea, 1992), en el que, de acuerdo con la Sentencia del Juzgado 
         número 2 de lo penal, de La Coruña, con fecha 30 de abril de 1996, 
         también estaban involucradas la Administración marítima y el deficiente 
         funcionamiento de determinados servicios portuarios claves para la 
         seguridad32. 
   
         - 
         
El accidente del Erika, 
         en diciembre de 1999, frente a las costas de la Bretaña francesa. El 
         buque se quebró en medio de un temporal en el golfo de Vizcaya que, en 
         condiciones normales, habría soportado sin mayor problema. El resultado 
         fue un derrame de 20.000 toneladas de fuel oil pesado que castigaron el 
         equilibrio ecológico de más de 400 kilómetros de costa. Según datos del 
         ITOPF se recogieron 120.000 toneladas de residuos contaminados. En el 
         pecio, a unos 120 metros de profundidad, quedaban unas 11.000 toneladas 
         de fuel, que hubo que "salvar" en una costosa operación financiada por 
         la petrolera Total-Fina, propietaria de la carga. Las investigaciones 
         oficiales que se pusieron en marcha de inmediato constataron las 
         enormes dificultades de conocer datos tan elementales como quién era el 
         armador real del buque (el propietario), quién el naviero que lo 
         explotaba, y quien el fletador que lo había alquilado por un período de 
         tiempo determinado. Los hilos se perdían en una madeja de sociedades y 
         contratos que costó varias semanas desenredar. El propietario resultó 
         ser una empresa fantasma (Tevere Shipping), cuya único activo era el 
         Erika; el naviero que operaba el buque era otra empresa incógnita (Panship 
         Management and Services, Srl), cuya única ocupación conocida era 
         precisamente esa, explotar el Erika; y el firmante del time charter, 
         contrato de alquiler por tiempo, y por tanto la empresa que en teoría 
         decidía el destino del buque, era otra sociedad-pantalla de nombre 
         Selmont International Inc. El asegurador de la responsabilidad civil 
         resultó ser una sociedad domiciliada en Bermuda, Steamship Mutual 
         Underwriting Association Ltd. (Steamship Mutual). Por fortuna, en este 
         caso, el propietario de la carga y fletador del Erika en el viaje del 
         accidente era la compañía petrolera francesa Total-Fina, una de las 
         grandes en el concierto mundial, a la que el Gobierno galo obligó a 
         asumir los primeros gastos de la lucha contra la contaminación.  
          
         La investigación sobre el buque arrojó resultados no menos anómalos: un 
         cambio reciente de sociedad clasificadora (del Bureau Veritas, BV, al 
         Registro Italiano Navale, RINA), que se encargaba también de emitir los 
         certificados estatutarios por cuenta de la bandera del buque (Malta); 
         una tripulación hindú que se había hecho cargo del petrolero sin apenas 
         tiempo para conocer sus entresijos; reparaciones de última hora en un 
         económico astillero de Croacia, una estructura debilitada por la 
         corrosión y la fatiga de los materiales (el Erika tenía 26 años). Etc.
          
          
         Se realizaron tres informes, digamos oficiales, sobre la desgracia del 
         Erika. El primero en ver la luz, realizado por la sociedad de 
         clasificación RINA, a quien muchos señalaron como negligente por la 
         clasificación otorgada al buque, responsabiliza a la tripulación y a 
         los cargadores por haber operado el buque de forma "indebida". Este 
         informe de RINA fue cuestionado con inusitada severidad por la 
         Asociación Internacional de Armadores de Buques Tanque (INTERTANKO)33, 
         que llegó a solicitar a la Asociación Internacional de Sociedades de 
         Clasificación (IACS), a la que pertenece RINA, que hiciera un estudio 
         riguroso y no un informe para sacarse el muerto de encima; literalmente, 
         INTERTANKO calificó el documento de RINA como una cortina de humo (smoke 
         screen).  
          
         El segundo, fechado en septiembre de 2000, casi diez meses después del 
         accidente, estaba firmado por la Autoridad Marítima de Malta (Malta 
         Maritime Authority), obligada por lo dispuesto en el SOLAS a investigar 
         "todo siniestro sufrido por cualquier buque suyo"34 
         y como es habitual en los informes de este tipo de autoridades su 
         objetivo fue echar balones fuera: tras constatar que el buque tenía 
         todos sus certificados en regla y que se vió sometido a un temporal 
         durante toda la travesía desde Dunquerque, afirma que "no es posible 
         determinar con certeza la causa del fallo estructural inicial y 
         subsiguiente", aunque "resulta probable que el fallo fuese causado por 
         una combinación de corrosión, fisuras y roturas locales, calidad de las 
         reparaciones llevadas a cabo durante el reconocimiento especial en 
         1998, calidad de los reconocimientos llevados a cabo por RINA, 
         vulnerabilidades en el proyecto del buque y condiciones del mar".  
          
         Por último, el documentado informe de la Administración francesa, 
         publicado en diciembre de 2000 y firmado por la Comisión Permanente 
         d'Enquête sur les Evenements de la Mer (CPEM), que afirma categórico 
         que "el Erika era un buque viejo que era utilizado para transportar 
         productos negros a tarifas de flete que eran insuficientes para cubrir 
         costes, a menos que estos costes, especialmente los de mantenimiento, 
         fuesen drásticamente reducidos". Y apuntando al armador, al naviero y a 
         la sociedad de clasificación, concluye que "el debilitamiento de la 
         estructura en la región de los tanques de lastre número 2 se debió al 
         mantenimiento insuficiente y al correspondiente rápido desarrollo de la 
         corrosión, desembocando en una serie de rupturas que causaron el 
         derrumbe de toda la estructura. Este factor fue hasta tal punto 
         decisivo que los demás factores pueden considerarse como secundarios. 
         El estado del buque y su rápido deterioro en las últimas horas de su 
         vida eran tales que nada podía haber impedido el desastre". Es decir, 
         como ya había apuntado el informe preliminar, fechado un mes más tarde 
         del accidente, el buque se rompió por la excesiva corrosión en un 
         tanque de lastre.  
          
         Había, pues, materia de sobras para replantearse la revisión profunda 
         de las normas del Derecho marítimo, tanto mercantiles como técnicas y 
         registrales, que hacen posible estos casos. Y se habló mucho de todo 
         ello, tanto que la IMO, en su Hoja Informativa número 30, de 26 de 
         enero de 2001 (Information Resources on the "Erika" accident and the 
         revisión of chapter 13G of MARPOL) calculó que el siniestro del Erika 
         produjo más bibliografía que todos los accidentes anteriores sumados35. 
         Pero a la única persona que detuvieron, encarcelaron y procesaron por 
         un supuesto delito contra el medio ambiente fue al capitán hindú del 
         buque, Karun Mathur, la primera víctima inocente de esta espantosa 
         historia. Todos los demás (armador, naviero, fletador, cargador, 
         sociedad de clasificación, aseguradores, el Fondo36, 
         etc.) continúan enredados en el cruce de pleitos entablados entre ellos 
         y con las numerosas víctimas del fuel que asoló la Bretaña37. 
          
         Siguiendo la costumbre se redactaron algunas normas precipitadas (los 
         famosos paquetes Erika), que dejaban incólume el derecho societario a 
         obtener los mayores beneficios a costa de lo que fuera y con la 
         responsabilidad limitada y difuminada. Como observó el capitán Karun 
         Mathur, cuando finalmente le excarcelaron, navegar se ha convertido en 
         una peligrosa actividad por los tiburones que controlan los barcos 
         desde tierra38.  
        
       
         
       NOTAS 
       
         21 
         National Research Council, "Oil in the Sea III: Inputs, Fates, and 
         Effects", Washington, 2002. Este documento ha sido obtenido a través 
         del National Academy Press, www.nap.edu
          
          
         22 
         El petrolero de bandera liberiana Torrey Canyon, cargado con 119.000 
         toneladas de crudo, varó el 18 de marzo de 1967 entre las islas Scilly 
         y la costa británica, causando un marea negra que alcanzó las costas 
         francesas e inglesas del Canal de La Mancha.  
          
         23 
         The International Tanker Owners Pollution Federation (ITOPF), 
         www.itopf.com fue creada en 1968, tras el accidente del Torrey Canyon a 
         fin de administrar el acuerdo voluntario de la industria petrolífera 
         para compensar los daños por contaminación, TOVALOP. Cuando dicho 
         acuerdo finalizó su vigencia fue sustituido por "el Fondo", FUND/92, el 
         20 de febrero de 1997. Desde entonces, ITOPF se dedica a suministrar 
         servicios técnicos para gestionar el tratamiento, limpieza y 
         recuperación de las zonas afectadas por derrames o vertimientos de 
         hidrocarburos. 
          
         24 
         En años anteriores, el apartado de "otros" sumaba más del 60 por ciento 
         del total de accidentes. 
          
         25 
         Reglamento 417/2002 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 18 de 
         febrero de 2002 relativo a la introducción acelerada de normas en 
         materia de doble casco o de diseño equivalente para petroleros de casco 
         único, por el que se deroga el Reglamento EC 2978/94; y Real Decreto 
         Ley 9/2002, de 13 de diciembre, por el que se adoptan medidas para 
         buques tanque que transporten mercancías peligrosas o contaminantes. 
          
         26 
         La OPA/90 abre una amplia 
         puerta a la responsabilidad sin límites del transportista y del 
         propietario de la carga por los daños causados por la contaminación, 
         rompiendo así el principio del Derecho marítimo internacional que 
         limita, de una u otra forma, la responsabilidad económica del naviero 
         por los daños que pudieran ocasionar la actividad de sus buques. 
          
         27 
         El mandato concreto pedía a la NAS determinar "si otros diseños 
         estructurales u operacionales de petroleros ofrecen igual o superior 
         protección al medio ambiente que la que ofrecen los petroleros de doble 
         casco". 
          
         28 
         Para un análisis completo del accidente del Urquiola, véase "Urquiola, 
         la verdad de una catástrofe", Sindicato Libre de la Marina Mercante. 
         Editorial Avance, Barcelona, 1977. Como esta obra es prácticamente 
         imposible de encontrar, puede leerse en la página en red del Centro de 
         Logística y Servicios Marítimos de la Universidad Politécnica de 
         Cataluña (CELSEM-UPC), 
         www.upc.es/celsem  
          
         29 
         Sentencia de la Sala 4ª del Tribunal Supremo, de lo 
         contencioso-administrativo, de 18 de julio de 1983. Repertorio de 
         Jurisprudencia Aranzadi, número 4065. 
          
         30 
         La "Causa 106/76 instruida con motivo de la varada del petrolero 
         Urquiola en la Bahía de La Coruña" fué encomendada al Capitán de Navío 
         de la Armada Isidro Fontenla Roji, que se tomó más de dos años en 
         completarlo. El informe final, nunca publicado, consta de 1052 folios, 
         escritos por las dos caras, más 83 folios de "Resumen de los hechos" y 
         una verdadera montaña de documentos anexos.  
          
         31 
         Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo y al Consejo sobre la 
         seguridad marítima del transporte de petróleo [COM(2000) 142 final], 
         Bruselas, 21 de marzo de 2000. El Urquiola está registrado como un 
         accidente producido por "error de la navegación". 
          
         32 
         La historia de la embarrancada del Aegean Sea ante la Torre de Hércules, 
         a la entrada del puerto de la Coruña, está recogida en: "Aegean Sea, la 
         verdad de una catástrofe repetida", Colectivo de marinos del SLMM-CCOO. 
         Editorial Toxosoutos, Muros (Pontevedra), 1994. 
          
         33 
         International Association of Independent Tanker Owners, INTERTANKO (www.intertanko.com) 
         es una asociación con sede en Oslo que agrupa al 74% del tonelaje (Peso 
         Muerto) de armadores independientes de buques petroleros, es decir 
         armadores exclusivamente dedicados a la industria del transporte, no a 
         la producción o refinado del petróleo. 
          
         34 
         SOLAS, Capítulo I, Parte C, Regla 21.a 
          
         35 
         Entre esa vastísima documentación se encuentra, por ejemplo, un 
         comunicado oficial de la Federación Internacional de Trabajadores del 
         Transporte (ITF, International Transport Workers Federation 
         www.itf.org.uk), fechado el 28 de enero de 2000, que señalaba 
         directamente a la responsabilidad de las banderas de conveniencia: "Los 
         armadores continuarán evadiéndose de sus responsabilidades mientras 
         continúe el sistema de banderas de conveniencia. ITF propugna acabar 
         con ese sisterma. No debe haber lugares donde puedan esconderse los 
         armadores inescrupulosos que utilizan las banderas de conveniencia". 
          
         36 
         The International Oil Pollution Compensation Funds 1971 y 1992, IOPC 
         Funds, también conocido por las siglas IOPCF o IOPF, y en español FIDAC 
         o simplemente "el Fondo", son dos agencias inter-gubernamentales cuya 
         misión es compensar a las víctimas por los daños causados por derrames 
         o vertidos de hidrocarburos desde buques/tanque que excedan los límites 
         de responsabilidad de los armadores previstos en el "Convenio 
         internacional sobre responsabilidad civil por daños debidos a la 
         contaminación por hidrocarburos", 1969 (CLC/69, Civil Liabiilty 
         Convention). El Fund 1971, que empezó sus operaciones en 1978, fue 
         creado por el "Convenio internacional para la constitución de un fondo 
         internacional de indemnización de daños causados por la contaminación 
         de hidrocarburos" (artículo 2), de la entonces IMCO, hoy IMO, dotado de 
         personalidad jurídica y administración y patrimonio propios. Las 
         profundas enmiendas de 1992 al convenio del Fondo de 1971, y al CLC, 
         que entraron en vigor en 1996, modificaron el marco jurídico en que se 
         mueve y rige el Fondo, creándose el Fund 1992. Aunque el Convenio del 
         Fondo de 1971 acabó su vigencia en el año 2002, todavía sigue "vivo" el 
         Fund 1971 porque colean algunos pleitos pendientes de la anterior 
         normativa. El Fondo 1992 tiene limitada su responsabilidad a 135 
         millones de una unidad de cuenta teórica llamada "Derechos Especiales 
         de Giro" (SDR, Special Drawing Rights), cuyo cambio en julio de 2003 se 
         sitúa en torno a 1,27 Euros por SDR. Dicho límite incluye las sumas que 
         le corresponda pagar al asegurador de la responsabilidad civil de los 
         armadores. 
          
         37 
         Una completa recopilación 
         del estado procesal de los litigios derivados del accidente del Erika 
         puede verse en el informe del año 2002 del IOPC Funds (Annual Report 
         2002. International Oil Pollution Compensation Funds). 
          
         38 
         "Master attacks money culture" ("El capitán ataca la cultura del dinero"), 
         artículo firmado por el capitán del Erika en el diario "Lloyd's List", 
         8 de Febrero de 2000, página 1. 
        
       
         
       
        
        
        
        
          
        © Joan Zamora Terrés 
        Barcelona, enero-julio 2003  
        Versión 2 
        Dedicado a Marina, mi 
        hija, que tanto me ayudó,  
        aún sin saberlo, en los momentos más aciagos.     |